Felipe Tinoco y Catarino Palacios, seguidores del cura don Miguel Hidalgo y Costilla, prendieron la llama independentista en Oaxaca, pero fueron descubiertos y fusilados en la plaza del mercado. El sitio de ejecución hoy corresponde a la segunda calle de las Casas, en la Casa Fuerte; sus cuerpos fueron decapitados y sus cabezas exhibidas en la vía pública
Carlos CERVANTES
Fueron partidarios del cura don Miguel Hidalgo y Costilla, llegaron a Oaxaca para organizar la insurrección como parte de la guerra de independencia que se había iniciado el 15 de septiembre de 1810. Sus nombres completos: Felipe Tinoco y Catarino Palacios, quienes conspiraron en 1811 en el convento de La Concepción, unidos al diácono Ordóñez y varios sacerdotes que finalmente fueron reducidos a prisión, mientras que los dos jóvenes insurgentes fueron fusilados, decapitados, descuartizados y sus cabezas colocadas en jaulas metálicas a la orilla de la ciudad de Antequera, pues sobre ellos cebaron, los españoles, su crueldad y venganza los españoles.
Condenados a la pena de muerte
Los denunció José Lazo y el auditor de guerra Bernandino Bonavia, los juzgó condenándolos a morir decapitados. El religioso Ordóñez pudo defenderse y alcanzar una sanción menor, mientras que Palacios perdió la razón, pero aun en ese estado fue condenado junto con su compañero de lucha, siendo fusilados en la plaza del mercado el 25 de septiembre de 1811. Ese lugar corresponde hoy a la segunda calle de Las Casas y el sitio de la ejecución a la mitad del muro sur de la Casa Fuerte. Hasta antes de 1877 se podían apreciar las huellas que dejaron las balas. Luego del fusilamiento, los cuerpos fueron decapitados y sus cabezas exhibidas en vía pública “para escarmiento”.
Diatriba cruel y depravada
Como se sabe, la jerarquía católica no solo era cómplice de los españoles, sino que se solazaba con los castigos bárbaros para los insurgentes y especialmente las ejecuciones. De acuerdo a lo que escribió el padre Gay, con motivo de la ejecución de Tinoco y Palacios el religioso dominico fray Ramón Casaus, que desde 1804 estaba en Oaxaca como obispo auxiliar dio a la prensa de entonces unas poesías, tristes lamentaciones de la funesta suerte que estaba reservada a los oaxaqueños que tuviesen la audacia de querer sacudir el yugo de los españoles. Ya antes se había dado a conocer del público cuando el virrey Venegas invitó a todos los sabios a escribir contra la revolución de independencia, dando a luz su “Anti-Hidalgo”, que don Carlos María Bustamante calificó como “diatriba cruel y la mayor que pudiera escribirse contra el hombre más depravado”. Sin embargo, salió de la pluma de un notable jerarca de la iglesia. Esto acontecía a finales de 1911.
Con las ejecuciones de Tinoco y Palacios y poco antes las de Armenta y López, quedaron sin efecto los esfuerzos de los jóvenes que Hidalgo mandó a promover la revolución a Oaxaca, pero las acciones las continuó don José María Morelos.
Circulares infamantes de la iglesia
Por su parte don Genaro V. Vásquez en su libro “Obras Escogidas” nos ilustra sobre la situación imperante y el papel de la iglesia. Dice que en Oaxaca como en todo el país los curatos han llevado un libro de circulares. “En uno de estos libros que yo poseo, aparecen, entre otras, las siguientes”:
“Nos, el doctor don Antonio Bergoza y Jordán, por la gracia de Dios y de la Sta. Sede Apostólica, Obispo de Antequera de Oaxaca, Caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, del consejo de su majestad, hago saber:
“Venerables párrocos, amados diocesanos míos: sabed: que acaba de llegar a nuestras manos una copia de (la) Proclama con que el infame Hidalgo y sus viles satélites procuran alucinar a los espíritus incautos y conmover a los pueblos pacíficos y leales a que tomen partido en la escandalosa insurrección que han suscitado. No contentos estos malvados con haber alterado la paz que disfrutábamos en el país más afortunado de la tierra, después de haber asolado y abrazado en las llamas de la discordia una de sus mejores provincias, se atreven aun a seguir su inicuo sistema bajo el especioso pretesto (sic) de cons…ción, libertad y fidelidad. Pero no los creáis amados diocesanos míos. No os dejéis deslumbrar con la falsedad de sus promesas: son unos miserables hipócritas que prevalidos de vuestra sencillez y tal de la ignorancia en que os suponen, del estado de sus infames proyectos, tratan de sorprender vuestra credulidad por si el desorden y trastorno de vuestros pueblos, pueden prolongar su vida criminal que ya la ven perdida. ¿Qué felicidad ni qué defensa podéis prometeros de unos hombres que batidos por nuestras tropas se ven precisados a vagar por montes y desiertos sin orden ni dirección fija, huyendo del rigor de la ley y la justicia que los busca y persigue en todas partes? ¿Qué no buscan sino el desorden y trastorno universal, ni reconocen otros principios que el robo y el asesinato y una violación absoluta de todos los preceptos del evangelio? Volved la vista a los infelices pueblos de Valladolid, Toluca y otros que han tenido la desgracia de abrigar en su seno esas sierpes venenosas. Y por tanto al tenor del presente ordenamos, ordeno y mando a estos mis amados diocesanos que en el término preciso de cuarenta y ocho horas desde la publicación de este Edicto entreguen a sus respectivos jueces o a los comisarios del santo oficio, y en defecto de éstos a sus párrocos para que nos los remitan al instante bajo precepto formal de santa obediencia y la pena de excomunión mayor en que los declaramos incursos en el acto mismo de transgresión. Dado en el palacio episcopal de Antequera de Oaxaca.- Por mandatomandado de S.S.I. el obp. Mi Señor Miguel Casimiro de Horta.- Srio.
Igualmente, cuando aconteció la ejecución de Armenta y López, el mismo obispo Bergoza y Jordán, se sintió halagado con lo ocurrido sucedido por lo que de inmediato envió circulares a todas las parroquias de su jurisdicción dando a conocer lo ocurrido a, en pliego por separado, la pena que sufrieron los dos insurgentes: “Emisarios del apóstata Hidalgo y deseando yo que dicho papel se extienda cuanto más pueda por mi obispado así por su mérito como por el buen efecto que en las circunstancias presentes puede producir. Dirijo a VV. Y VV. RR., sesenta ejemplares para que procuren publicarlos y esparcirlos en sus respectivos curatos. Palacio Episcopal de Antequera de Oaxaca a cuatro de enero de mil ochocientos once. Antonio (Bergoza y Jordán). Obispo de Antequera”.
De esa manera la jerarquía eclesiástica de Antequera mostraba su complicidad conse convirtió en cómplice de las atrocidades cometidas por los españoles encabezados por el virrey en turno, y coadyuvó a mantener a la población temerosa de los castigos aplicados a los insurgentes, aun cuando la guerra continuó después de la ejecución de don Miguel Hidalgo y el generalísimo José María Morelos, ya que surgieron otros líderes que lograron la independencia de lo que hoy es nuestro país, quedando libre del yugo español.