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El atletismo la sacó del círculo de violencia

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“Le pido a Dios una oportunidad, que vuelva a correr aunque me dejen hasta atrás. Si me impiden competir, pero quiero volver a correr otra vez. Quiero meterme entre los míos, los corredores que me han apoyado mucho”

Juana Arsenia Hernández Hernández

 

Ernestina GAITÁN CRUZ

 

Juana Arsenia Hernández Hernández tiene 75 años y 19 de haber vuelto a nacer. Sobreviviente de seis operaciones delicadas por las múltiples agresiones de su esposo en más de cuatro décadas de matrimonio, hoy se sabe fuerte y capaz de matar en defensa propia.

Por indicaciones del médico José Armando Jiménez quien la atendió hace 19 años cuando por una golpiza más le quitaron y acomodaron órganos internos, dice, comenzó a correr y a competir. Esa actividad la salvó porque se recuperó, adquirió confianza, se sintió reconocida y querida y lo más importante, le perdió miedo a su esposo.

En entrevista cuenta que ha obtenido más de 300 reconocimientos entre diplomas, trofeos y medallas que cuelgan en las paredes de su casa, lo mismo que fotografías, juguetes de peluche y obsequios de autoridades y funcionarios estatales, municipales, representantes deportivos y de compañeros corredores.

Hace casi dos décadas creyó que todo lo malo había pasado. Sin embargo, las secuelas de la violencia que le ejerció su esposo, continúan. Actualmente espera fecha para una nueva operación por afectaciones en discos lumbares. Esto como consecuencia de las múltiples veces en que su esposo la dejó golpeada y tirada de espalda sobre las alcantarillas.

Su mayor temor es no volver a correr. “Le pido a Dios una oportunidad, que vuelva a correr aunque me dejen hasta atrás. Si me impiden competir, pero quiero volver a correr otra vez. Quiero meterme entre los míos, los corredores que me han apoyado mucho”, comenta.

 

CUANDO SE TIENE MIEDO, SE TIENE

 

Y es que esos reconocimientos y muestras de afecto la hacen sentir viva y querida, porque no ha conocido el amor. Nunca tuvo un hombre que la acompañara, que la llevara siquiera a comer un taco, dice con tristeza y es que de jovencita la casaron a la fuerza con quien sería su maltratador, un hombre que no eligió y menos amó.

Recuerda que un día que fue por agua en su pueblo que pertenece a Zimatlán –a 40 minutos de la Ciudad de Oaxaca-, Polo simplemente la agarró a la fuerza y la jaloneo para llevársela a vivir con él. Ella se salvó porque se aferró a un árbol, luego llegó su madrastra quien la defendió y se escapó a su casa.

Sin embargo, al día siguiente su propio padre, don Ricardo le anunció que debía casarse. Polo lo había presionado con denunciarlo a la policía y es que estaba en libertad condicional por acusaciones falsas. Su familia no aceptó, pero se tuvo que casar.

Ahí empezó el maltrato. Se cumplió lo que le había anunciado su suegra, que cargaría con hijos en la espalda, los brazos y jalando. Que soportaría que el “macho” de su hijo la tratara mal y anduviera con otras que le pasarían enfrente presumiendo lo que él les regalara y que ella, Juana Arsenia, debía atenderlo y mantenerlo.

Así pasaron 40 años en que además de soportar los maltratos, también fue violada por el esposo y así tuvo a sus tres hijos y dos hijas. En cada ocasión se quería morir, abrirse el vientre y arrancárselos. Pero los tuvo, los ama y ahora dice “tanto que no los quería y tan chulos mis hijos a quienes quiero tanto”.

Y sin embargo sobrevivió. “Vivo por la voluntad de Dios”, dice al recordar esos tiempos y cómo se atrevió a hacer caso a lo que, por años, sus vecinos, familiares, amistades, conocidos y médicos le decían: que dejara a ese hombre, que lo denunciara o que ya no permitiera más maltratos.

No lo hacía porque cuando se tiene miedo, se tiene miedo, dice. Relata que caminaba con la cabeza agachada y cubierta. No veía a los ojos a la gente y apenas si hablaba porque se sabía una persona sin valor después de tantos años que su esposo Polo Cuevas se lo repetía. Por eso ni intentaba defenderse. Sólo tenía miedo.

 

AHORA SI ME VUELVES A TOCAR, TE MATO

 

Pero después de su última operación hace 19 años todo cambió. Empezó a correr por indicaciones médicas y encontró su fuerza, su poder y confianza. Al correr sentía que volaba, que sus pies no tocaban el piso y que estaba entre los suyos, quienes la fueron conociendo y admirando; la empezaban a querer.

Por eso cada año festeja su edad cronológica y también celebra los años de haber vuelto a vivir, luego de un coma de cuatro días y una embolia de los que se recuperó lentamente. Fueron meses en que estuvo vulnerable y presa fácil del esposo que, aun así, no perdió ocasión para insultar y agredir.

Menuda, morena, de ojos pequeños que se llenan de lágrimas al relatar los momentos tristes de su vida, Juanita –como la saludan los corredores-, es ahora una mujer fuerte, sin miedos. El hombre la sigue insultando porque viven en la misma casa, aunque cada quien, en su cuarto, pero ya no es capaz de acercarse.

Desde hace tiempo ella pensó en diferentes formas de defenderse desde agua hirviendo, disparos, cuchillo o golpes con una roca. Un día lo esperó en un camino y al subirse al coche y él darse cuenta de sus intenciones quiso desbarrancar el vehículo, pero se salvaron los dos.

Ahí él vio su determinación. Y después ante algún intento de agresión, ella se atrevió a contestarle y a advertirle que si le volvía a poner una mano encima, no lo iba a contar. “Si me vuelves a tocar, te mato” le dijo y desde entonces acabaron los maltratos.

 

EL ATLETISMO LA SALVÓ DE

LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR

 

Su empoderamiento se dio por el atletismo. El ejercicio le ha dado la vida, satisfacciones, reconocimientos; le recordó su valor como persona y es su principal actividad, por la que se levanta todos los días, comenta.

Es más, por el deporte festejó sus 15 años. En la entrevista realizada en su casa, platica con emoción y brillo en la mirada, la fiesta de hace cuatro años. Muestra las fotografías donde se le ve plena, sonriente, hermosa.

Después de dedicarle una carrera, en la que ella misma compitió, la vistieron con un vestido muy bonito y zapatos nuevos. Los médicos que la han atendido le regalaron flores y una muñeca. Los corredores y gente del público gritaban su nombre, mientras la música animaba más el ambiente.

Por esas razones desea con todo el corazón, salir bien de la próxima operación. Tiene algunos meses de no entrenar, debido a dolores en los discos lumbares. Después de radiografías, los médicos le dijeron que “como un coche que fue golpeado”, así le quedaron presionados y es necesaria la intervención.

“Le pido a Dios una oportunidad, que vuelva a correr aunque me dejen hasta atrás. Si me impiden competir, pero quiero volver a correr otra vez. Quiero meterme entre los míos, los corredores que me han apoyado mucho”, comenta.

 

 

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