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El amargo camino de un niño migrante  

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Redacción

PH-617009997Brayan, uno de los tantos menores hondureños que han migrado en busca de una mejor vida, siempre soñaba que nada más cruzaba el río y ya estaba del “otro lado”.

Salió de Tegucigalpa, Honduras con 200 lempiras (la moneda fraccionaria de su país) que ganó al vender una guatusa (un mamífero roedor que sirve de alimento en Centroamérica). Sólo lo acompañaba su sueño de llegar a Estados Unidos.

Un día decidí yo venirme para acá, pero como no tenía dinero me fui de cacería a montear con mis perros, cacé una guatusa y luego la vendí. Me dieron 200 lempiras y con eso me vine para acá”, narra el pequeño BrayanDuban Soler Redando.

El rostro del menor se puede ver a través de un video de Víctor Hugo Castillo, un periodista investigador de la televisión de Estados Unidos, quien visitó el centro de apoyo a deportados e indígenas “Senda de vida”, ubicado en la frontera de México y Estados Unidos.

Brayan vivió una penosa travesía por Guatemala y México.Los 200 lempiras duraron poco y en Guatemala tuvo que pedir dinero para seguir pagando los autobuses hasta la frontera con México.

Al llegar a la frontera de Guatemala con México le cobraron dinero para pasarlo en balsa de noche, ya como a las 12, porque “no andaba dinero” y tuvo que esperar.

“Yo me quería cruzar -recuerda- pero estaban una bolos bebiendo y pues mejor me pasé nadando a la una de la mañana”.

Entró a México, caminó cuatro días cruzando todas las aduanas, la migración. “Venía y luego me metí por unos huertos donde hay plátanos y se vino una grande tormenta, cayeron cinco tormentas ese día”, relata.

La lluvia caía y él iba corriendo pues la migración estaba a un lado. “Le eché ganas para llegar a la dicha capital que dicen”.

Cuenta que en el camino “a mí me maltrataban, yo pedía ayuda pero ya llegando a México los mexicanos me ofendían. Decían que los hondureños a ellos les habían hecho daño”.

En su mente, él pensaba que estaba solo y en vez de recibir una palabra de aliento la gente lo insultaba. Entonces se cuestionaba su salida de Honduras.

“Para qué me vine”, se preguntaba. Llegaba el arrepentimiento. “Yo me vine para ayudar a mi familia, para sacarla adelante”, se respondía y volvía a tomar fuerzas.

Brayan tiene un hermano en Jalisco y dos en el Distrito Federal desde hace unos diez años y en todo ese tiempo no le han mandado ni un peso a su mamá.

El niño hondureño tiene también una hermana en Estados Unidos que le ha ofrecido irlo a traer pero duda. “No sé todavía, pues lo que quiero es estar del otro lado para trabajar y ayudar a mi familia que se quedó en Honduras”.

En su país se quedó su hermano gemelo, Chalín Iván Soler Redando. “Habló con él, dice que se quiere venir pero yo le digo que ya se saque de la mente eso porque no es tan fácil como yo pensaba, hay que vérselas uno”.

Ajeno a las masivas deportaciones de migrantes desde Guatemala y México, dice que su fe es en Dios y que él ayudar para cruzar del otro lado.

Confiesa que a veces, cansado de la experiencia que está viviendo, lejos de su familia y en su centro de albergue, “me dan ganas de entregarme a Migración, pero dicen que si yo me entrego a Migración me van a encerrar hasta que tenga 18 años”.

 

Experiencias de horror

 

A sus 14 años, este niño migrante hondureño ha visto de cerca la muerte. Cuando subió a “La Bestia” en Tonala, Jalisco, México, “miré los secuestradores, los mañosos, se subieron al tren y oí que dijeron ‘aquí vienen estos catrachos, ya los vamos a secuestrar’”.

Tuvo miedo y cuando el tren arrancó “yo de volada me tiré, caí acostado, pero el tren no iba con toda su velocidad (…) dicen que acá arriba por un lugar que le llaman Chagüite a los catrachos sí los asaltaron, uno los volaron del tren, los mataron”.

Una de las experiencias más terribles fue ser testigo del fatal desenlace de una hondureña embarazada.”Ya iba a parir y se cayó del tren y arriba venía su hermano. Cuando él corrió a hablarle ya la muchacha había fallecido, el tren la atropelló y perdió su bebé”, dice con ingenuidad.

“Fue muy doloroso ver cómo una madre viene pa’ ca así en esa condición, todo por buscar una nueva vida porque en Honduras está la delincuencia, está bien pobre Honduras, es mi país, pero es la verdad, la vida está tremenda en Honduras».

De Tonalá llegó a Reynosa junto a un trailero que le tomó cariño y le dio aventón. “Me venía pasando como su hijo donde había (gente de) Migración”.

Cuando le preguntan por sus padres, su rostro se ensombrece. “Si yo los pudiera ver yo les diría que me perdonen, pero yo lo que quiero es verlos adelante, darles una vida mejor, ayudarles, ya que mis hermanos no los ayudan (…), ayudarles a hacer su buena casita, darles lo necesario, yo lo que quiero es que estén bien”.

Con palabras que revelan un gran amor por sus padres, Brayan se muestra seguro de que los volverá a ver. “Estoy bien tupido en mi mente, me pongo a pensar y en veces me dan ganas de regresarme, pero quiero darme ese privilegio de ayudar a mis padres”.

Si logra llegar a Estados Unidos piensa irlos a visitar a Honduras y si no puede cruzar ni modo, tendrá que regresarse para atrás.

No le recomienda a su hermano ni a sus amigos emprender su travesía porque “yo por milagro de Dios estoy aquí con vida. No venía solo porque Dios venía conmigo”.

 

La mentira

 

Brayan cuenta que otros hondureños que han estado en Estados Unidos dicen que a los menores de edad los dejan pasar, “entonces con esa idea venimos, no sé si es que estamos engañados, no sé si es verdad”.

Para él, estar encarcelado “sería lo más terrible de mi vida, y todo por salirme de mi lugar”.

No obstante, con mucha madurez para su edad, dice que si es deportado “tan siquiera este testimonio lo voy a llevar para mis amigos que están igual a mí, pero lo voy a llevar allí, aconsejarlos cómo está la vida aquí, cuando uno se viene para acá».

A los menores que pretenden migrar a Estados Unidos les dice que no lo hagan, mejor que se pongan a estudiar en Honduras porque ese estudio les va a servir”.

 

 

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