La guerra sucia
Mientras se acerca el fin de la campaña política de los siete candidatos a la gubernatura, la guerra sucia ha tomado un rumbo más preocupante, sobre todo en el caso de José Antonio Estefan Garfias, candidato de la coalición “Con Rumbo y Estabilidad por Oaxaca”, que conforman el PRD y el PAN y Alejandro Murat Hinojosa, de la coalición “Juntos Hacemos Más”, que forman los partidos: PRI-PVEM-PANAL. Desde antes del debate realizado el pasado 29 de abril, las notas y columnas en diarios llamados nacionales, dieron cuenta de información que involucra a ambos en prácticas de enriquecimiento inexplicable. Es más, hasta diarios extranjeros como “El País”, también le entraron al juego de descalificaciones. Un influyente periódico de la capital de la república arremetió en contra de Murat, en tanto que su competidor, lo hacía en contra de Jorge Castillo, promotor e impulsor ex officio de Estefan Garfias.
El descrédito es constante entre los equipos oficiales o ex officio de los candidatos. El menor error es magnificado. Cada día la ciudadanía oaxaqueña se entera de más y más cosas. No hay límite para afectar la reputación del adversario que no enemigo político. Los trolls que manejan las redes sociales no tienen descanso ni dan tregua. Día o noche –no importan horarios- difunden mensajes de toda naturaleza. Y en esa información caen rendidos algunos medios impresos y electrónicos, la mayor parte de las veces sin sustento, como es el caso de algunas encuestas “patito”. Cualquier curioso puede contabilizar los mensajes negativos que se envían de Murat o de Estefan y quedará sorprendido no sólo de la cantidad sino de la bajeza de datos que manejan. Lo que ha permeado mucho en los últimos tiempos es la presunta existencia de una cuenta de 25 millones de dólares de Estefan, en la banca de Estados Unidos o supuestas propiedades de Murat en diversos destinos del país y dicho país.
Sin embargo, más allá de esa guerra de denuestos y descalificaciones, mucho hemos insistido en que las campañas políticas deben dar un viraje y encaminarse hacia la ruta del proselitismo y la propuesta. Asimismo, debe llamarse a la ciudadanía a votar, habida cuenta del crecimiento en el índice de abstencionismo que se ha dado en procesos electorales pasados. Los equipos de campaña deben tener la certeza de que el oaxaqueño común está harto de promesas; de ofrecimientos incumplidos o de ofertas que se hacen al vacío, como si nuestra entidad fuera un terreno fértil en donde todo germinara y no un amasijo de problemas, ingobernabilidad e inseguridad. Oaxaca requiere –y hemos insistido en este tema- de campañas maduras, de propuestas no de promesas; de confrontación de ideas no de guerras de lodo, que lo único que alimentan es el morbo y la perversidad.
En tres semanas a lo sumo concluirán las campañas de proselitismo. Sin duda alguna obtendrá la mayoría del voto ciudadano, aquel cuya campaña política haya cuajado más en el ánimo de la sociedad; de las comunidades; de los pueblos. La guerra de lodo y descalificaciones que se han emprendido sólo dejarán como herencia un pueblo más confrontado, más enconado, que difícilmente podrá superarlo en breve tiempo. Es eso lo que ha impedido el desarrollo oaxaqueño, lo que ha obstaculizado nuestro despegue y estar a la altura de otras entidades del país. Que las diferencias políticas eliminen su carga de odio. Los candidatos tienen la gran oportunidad de sumar a los oaxaqueños a su causa, a su oferta política, a su llamado para votar por ellos.