El mito de la entidad segura
Durante los dos últimos años del gobierno de Ulises Ruiz, éste asignó la delicada tarea de salvaguardar la seguridad pública a tres funcionarios que habían trabajado en el Estado de México, en donde habían hecho labores policiales. Se trataba de una tríada que materialmente monopolizó los instrumentos del Estado: la Secretaría de Seguridad Pública, la Policía Estatal y la entonces llamada Policía Ministerial. A poco de haberse desempeñado en tal responsabilidad inventaron un mito genial: Oaxaca era uno de los estados más seguros del país. En su perspectiva todo era tranquilidad, paz, orden y seguridad. Al inicio del actual gobierno y no obstante la experiencia policial del primer titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Marco Tulio López Escamilla, el mito continuó, aunque el ex funcionario estatal tomaba sus reservas.
Los acontecimientos criminales sólo del mes de diciembre y lo que llevamos de enero, muestran un mapa diferente. Oaxaca no es ni con mucho, el remanso de paz que nos pintaban. Las ejecuciones se han dado lo mismo en la región del Istmo de Tehuantepec que en la capital; en la Costa que en la Cuenca. Lo que ha sorprendido a la ciudadanía es que hechos criminales en plena vía pública que aquí no eran comunes, se volvieron el pan cotidiano. Sólo en las últimas dos semanas se han dado asesinatos a plena luz del día, que suman al menos una docena. Emblemático fue el asesinato de un abogado, en plena Avenida Universidad el pasado 28 de diciembre. Nada se sabe a la fecha de investigaciones o pesquisas que lleven con los autores materiales e intelectuales.
El norte de la entidad, en los límites con Veracruz, ha sido para los grupos criminales del vecino estado, algo así como el tiradero de carne humana inerte. El Istmo no se queda atrás. En Juchitán de Zaragoza, la petición de los organismos empresariales a la Secretaría de Gobernación, de que se envíe a la Gendarmería no es ociosa. Hay en promedio una ejecución diaria. La ola delictiva ha contaminado otras ciudades que antes eran tranquilas como Salina Cruz y Tehuantepec. A fines de diciembre, tres miembros de una familia de la Séptima Sección, fueron sorprendidos durmiendo para quitarles la vida. El mito pues de una de las entidades más seguras, cae por su propio peso.
Como corolario a esta cadena de crímenes, se observan algunos factores que en poco contribuyen hacer de la seguridad ciudadana un compromiso institucional: la descapitalización del gobierno estatal en este último año de gestión, ha incidido en que cuestiones elementales como es el avituallamiento de las corporaciones policiales se haga a cuenta-gotas, como es el caso del racionamiento de la gasolina para los vehículos policiales. Un factor adicional es que la disciplina en la Policía Estatal, luego del paro de hace un año, el cual encabezó el elemento, además de pastor cristiano, Yeikol Pérez, no ha vuelto. Las amenazas de paro; los reclamos y las protestas, aunque no trascienden, están a la orden del día.
Si bien es cierto que en las reuniones que sostienen los lunes los funcionarios que forman parte del Consejo Estatal de Seguridad con el gobernador Gabino Cué, no se ha insistido en el mito genial de la entidad “segura”, lo cierto es que en dicha materia estamos de mal en peor. Tal parece que delitos comunes como robo, lesiones, extorsión telefónica y otros se reducen, mientras crecen los más graves. Las ejecuciones en la vía pública, por ejemplo. Oaxaca no es pues, ni con mucho, una de las entidades más seguras del país.