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Foto 1El chantaje: Industria rentable

Nuestro Estado tiene un gran potencial, riqueza histórica, natural y cultural. Si bien ello nos ubica como una entidad privilegiada a nivel nacional e internacional, otros factores nos han puesto en el pedestal del estigma, de los señalamientos, de la descalificación. Para la cúpula del poder somos una entidad ingobernable, problemática, conflictiva. Estamos pobres, aunque no somos pobres. No es nuestra falta de capacidad o poca inteligencia lo que nos tiene en los últimos lugares de desarrollo, educación, inversión y otros a nivel nacional. Es nuestra propia idiosincrasia lo que nos tiene en el fango. Oaxaca no es una entidad industrial. Pero existe una industria muy rentable: la del chantaje. La presión, la amenaza y la deliberada extorsión son ganancia de unos pocos y miseria de muchos. Cualquier proyecto, cualquier iniciativa que conlleve el propósito de sacarnos del marasmo en que vivimos, es visto bajo el prisma de la inconformidad y una veta para unos cuantos, que obtienen generosas rentas. ¿Alguien sabe por qué han abortado proyectos tan importantes como algunos parques eólicos en el Istmo de Tehuantepec, el corredor transístmico o la instalación de grandes empresas en el estado?

Es simple. Porque al aparecer en el espectro móviles, que puedan ser capitalizados; banderas que puedan ser enarboladas o víctimas reales o virtuales que puedan ser objeto de demanda, de inmediato son utilizadas como mecanismo de chantaje. Si por el territorio de tal o cual comunidad pasa la tubería de gas, es un argumento para sacar dinero; si pasa la línea de agua potable que surte a otras comunidades o la carretera que beneficia a miles, ese hecho es motivo para obtener ganancias, para presionar a empresas o gobierno y exigir millones de pesos. El que no tranza no avanza. Detrás de los comuneros y aprovechando su ignorancia, están los vivales, aquellos que negocian en lo oscurito y se llenan las alforjas. Por ello, en tanto no se imponga el principio de legalidad, de orden y la ley siga siendo el mecanismo laxo de complicidad, el resorte del arreglo político, Oaxaca seguirá arrastrando ese lastre de atraso y rezago.

La industria del chantaje sólo se habrá de erradicar hasta que exista voluntad política para acotarla, limitarla, desaparecerla. Quien transgreda la ley debe recibir castigo, sin medianías ni vacilaciones. Quien violente el orden y el clima de libertades debe ser destinatario de medidas punitivas no de mesas de negociación. Aquel que impida el bienestar común por encima del interés personal o de grupo, merece todo el peso de la ley. Por hoy, el desarrollo, el progreso, la generación de empleos y el aprovechamiento racional de nuestras riquezas, son una mera utopía. Sin embargo, hay también que reconocer que para poder conducir a la entidad por la ruta correcta, hace falta algo más que voluntad política.

Hoy en día, cuando el país se desangra por la violencia, por la inseguridad y el crecimiento de organismos que desafían al Estado usando diversas banderas, desde las criminales hasta los derechos humanos, hay que ponderar que por encima de todo está el bien del país y del estado. La ley, el orden y la fuerza del Estado deben estar por arriba de cualquier desafío. Ya en el Istmo de Tehuantepec los grupos criminales han mostrado su influencia perniciosa y en otras regiones, el crimen organizado ha ido permeando. Las ejecuciones, el secuestro, los levantones, son algunas de sus cartas de presentación. No basta con decir que es el efecto “cucaracha” ni cerrar las fronteras, sino irse a fondo. Algunas organizaciones sociales son la máscara perfecta para los grupos delictivos.

 

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