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Por Ernesto Salayandía García

 Familia Ingobernable

Lo que bien se aprende, jamás se  olvida

Depressed family portraitVengo de una generación donde la tecnología nos sorprendía, en 1968, mi padre compró el primer televisor a color, Magestic, y disfrutamos los Juegos Olímpicos en México, en mi época, las cosas se pedían “por favor” y se daban las “gracias”, cuando veíamos mis amigos y yo a una señora cargando bolsas,  íbamos corriendo a ayudarle, nos saludábamos con todos los vecinos, teníamos juegos sanos, por las noches jugábamos hasta el cansancio al bote pateado, al chinchilagua, le dábamos vueltas y vueltas a las llantas viejas por toda la calle, teníamos canicas, trompos, yoyos, juntábamos estampas y llenábamos álbumes de mil cosas, hacíamos concursos de aficionados, cantábamos, bailábamos, nos reíamos mucho y convivíamos en grupo, se nos enseñó a respetar a nuestros mayores, a no responder cuando alguien nos llamaba la atención, había muestras  de respeto a la autoridad, a nuestros padres, maestros y hermanos mayores, crecimos con la idea del “pórtate bien”, “no hagas cosas buenas que parezcan malas”, estábamos dispuestos a obedecer, con una mirada firme del padre hacíamos caso de inmediato, qué esperanzas de responder, porque así nos iba, en mi generación, muchos le teníamos  miedo a nuestros padres, ahora, muchos padres les tienen miedo a sus hijos.

Convivencia Familiar

Los domingos eran sagrados, salíamos de día de campo, íbamos a un hermoso lugar, llamado el pueblito de Allende en Chihuahua, Chihuahua, México; nos íbamos, algunas veces, con la abuela en camión, llegando al pueblo, ya nos esperaba con ansias doña  Quica con su canasta llena de tacos, mismos que devorábamos, eran de papa con carne, repollo, tomate y cebolla ¡exquisitos!, de inmediato, nos íbamos al río y nos treparnos en los árboles y en una soga amarrada  que sostenía una llanta, volábamos propiamente de una orilla  a otra, hasta caer alagua de manera espectacular, comíamos todo el santo día fruta de las  granjas vecinas, desde uvas, sandía, peras, duraznos y chabacanos, cada domingo era un gran deleite, convivir en familia, en jugar en el agua o a las orillas del río, estábamos llenos de energía, no teníamos distractores como los celulares o los aparatos electrónicos,  no éramos víctimas de la pereza, nadie se quedaba a dormir hasta las 4 de la tarde o más en la casa,  no estábamos distantes, la comunicación y el reunirnos en familia, era como un tributo a lo mejor de nuestras vidas.

Consecuencias de un hogar disfuncional

El divorcio, violento o no, surge de un hogar disfuncional que componen las parejas disparejas, la violencia doméstica, el mal trato a la mujer y a los niños, el machismo extremo, el hembrismo extremo, son parte de esta disfunción, como los traumas, fobias; se genera también, la deserción escolar, la ingobernabilidad de los jóvenes, la pereza, los embarazos de niñas madres en edades de 13 a 16 años, el caso también de las madres solteras menores de 18 años, más aún, el alcoholismo y adicciones diversas en los jóvenes que son víctimas de sustancias tóxicas, se hacen adictos al sexo, a los aparaos electrónicos, a las relaciones enfermizas, al sufrimiento, éstos jóvenes  reciben un pésimo ejemplo de sus padres y la tendencia es que fracasen en sus relaciones de pareja, sufran por lo enfermizo del caso, es aquí donde nace y se hacen los delincuentes que carecen de valores, de ética y de amor propio, crecen resentidos con la vida y se dañan así mismos y a la soledad, como los corruptos, ineptos, mediocres de algunos funcionarios públicos, nefastos legisladores, universitarios, que son déspotas, soberbios, por lo general, vienen de hogares disfuncionales.

La familia es lo más sagrado en la esencia del hombre

Después de todos los errores que cometí, los daños que ocasioné, las injusticias  y la vida incongruente e ingobernable  que llevé, hoy comprendo la magnitud de mi enfermedad, veo con toda claridad mis defectos de carácter, mis patrones de conducta equivocados, reconozco y acepto mis garrafales actitudes, más los daños que hice y me hice, ahora, lucho por  la armonía, por dar calidad y calidez a mi vida, a los míos, trato de predicar con el ejemplo, tengo la humildad de aceptar las críticas y reconocer mis errores, no soy el padre perfecto, no soy el marido ideal, pero trato de serlo, me esmero en ser genuino y dar lo mejor de mí a los míos,  trato de mejorar mi comunicación, de convivir  más, de sonreír y estar de  buen humor, me gusta disfrutar de mi familia y ver que cuando se quiere se puede, confirmar que nada  es para siempre, ni bueno ni malo, que el cambio está en mí, que hechos son amores y no buenas razones, igual, gozo de los logros de mis hijos, los cambios que también han emprendido, el respeto y el amor que nos tenemos, la actitud renovada de la que disfrutamos, vivir y convivir en familia, disfrutar cada momento en que estamos juntos, el tener la oportunidad de abrazarlos y que me abracen, todo ello, es un gran gozo que no cambio ni por la mejor borrachera que pude haber tenido, no hay comparación. Hoy, mi familia lo es todo para mí, es la esencia de mi ser y mi compromiso por dar lo mejor de mí a los míos, la verdad, vale la pena, pero sé, que la base es mi buena relación de pareja y tratar que este SAPO, se convierta en príncipe, con hechos.

“Una sonrisa por dentro y otra por fuera”

 

Depressed family portrait

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