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Colonia Niño Artillero… donde ser pobre sale caro

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Es un asentamiento irregular que se encuentra en una de las partes más altas de la ciudad de Oaxaca pero que no existe, parece ser uno de los secretos más recientes de la capital, donde las láminas se han convertido en paredes de los hogares, las maderas se volvieron cercas y ladrillos que son colocados como escalones, donde no hay servicios básicos y todo cuesta más caro

 

Alonso PÉREZ AVENDAÑO

 

La colonia más alta de la ciudad de Oaxaca no existe. Hay casas, vecinos, caminos, una terregosa cancha de basquetbol con dos canastas clavadas a palos pintados de azul, nuevas. También hay un cuarto con paredes de lámina y pupitres adentro a lo que le llaman escuela. Hay caminos, pedregosos, agrestes, largos e inclinados, mezcla de polvo con piedra y grietas. Si pregunta por esta colonia uno de cien o de mil pobladores de la “Verde Antequera” podrá decirle dónde se encuentra. Se llama Niño Artillero, parece uno de los secretos más recientes de esta ciudad, es una colonia que no existe.

Si se le pregunta a la Secretaría de Desarrollo Social si la pobreza existe en la ciudad de Oaxaca la respuesta será afirmativa y desconcertante. Los datos más recientes se alejan ya mucho en el tiempo, pertenecen al año 2010 y para entonces el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) exhibía que en la ciudad “Patrimonio Mundial de la Humanidad” dos de cada tres habitantes sufre algún grado de pobreza. Uno de tres sufre pobreza moderada, extrema o carece de acceso a la alimentación y uno de cada tres no tiene algún servicio básico en su hogar. ¿Difícil de creer? La pobreza no se observa si se camina únicamente por el Andador Turístico o se va del ex convento de Santa Catarina de Siena al restaurante Catedral. Es escasa si se va del zócalo al Palacio de Gobierno o si se camina entre la Catedral y la Basílica de La Soledad. Para mirar la pobreza no basta caminar por el centro histórico, hay que ir a los márgenes y hacerlo mirando hacia el cielo. Ahí, en cada pedazo de cerro invadido la pobreza se ha extendido silenciosamente.

 

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Yo llegué aquí hace ocho años, cuenta Lourdes Hernández Anselmo, de 27 años, madre de dos niñas, una de edad primaria y otra preescolar. Su sonrisa y fuerza las ha forjado tras años de caminar los largos tramos que llevan a su casa en la Niño Artillero. Ella ha visto cómo esta colonia que no existe apareció, creció y se mantiene en pie.

Al principio, en 2010, trajo todo cargando pues aquí no llegaban los autos, trajo láminas que se convirtieron en paredes, maderas que se volvieron cercas y ladrillos que colocó como escalones. También traía cargando entonces a su primera hija, por quien decidió venir a vivir aquí.

“Fue la necesidad, por tener un lugar dónde vivir, donde vivía era casa de mi mamá, pero tuve mi familia”, cuenta.

Antes vivía en la colonia l Maestro, el camión pasaba “al paso de la casa”, había agua, drenaje, teléfono, internet. Hoy, los elementos a los que llaman básicos son motivo de añoranza. “Aquí se sufre mucho cuando es temporada de lluvia, los caminos se enlodan”,  asegura.

En la Niño Artillero no hay esos lujos y ser pobre sale caro. Un mototaxi cobra hasta 80 pesos para subir aquí. Las pipas cobran 150 pesos para llenar un tinaco de mil 100 litros que en una casa de cualquier otra zona dura dos, tres días o menos y que aquí debe aguantar mínimo 15 días.

El trayecto caminando duraba 40 minutos, hasta que compró una motoneta. Se ha convertido en una experta conductora, su vehículo le es inseparable, en él cada día transporta a sus dos hijas hacia la escuela primaria de la colonia Heladio y al preescolar de Calpulli.

“Antes las tenía en la escuelita de ahí, pero son las clases muy irregulares, la misma maestra es la directora, ella tiene que ir a gestionar o ir a juntas, la escuela es una extensión de Güilá, es muy irregular, a la semana hay un día o dos de clases, no el horario completo. Mi hija es muy inteligente para eso de las clases y comenzaba a aburrirse, se desesperaba, me decía ‘es que no me enseñan’, por eso opté por llevarlas allá abajo”.

 

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¿Cómo se adueña uno de un cerro? Don Emilio sabe la respuesta, él es el artífice de la construcción del sueño incompleto que es esta colonia. Su lucha, lejos de ser idílica, muestra que en México, en Oaxaca, en Oaxaca de Juárez y en San Jacinto Amilpas pueden más la fuerza y la astucia que la ley. Muestra que la autoridad se disuelve si uno se aleja suficientemente del centro, si se cobija en una colonia que no existe, en un lugar que a pesar de estar en lo más alto de un cerro nadie ve.

De nuevo, ¿Cómo se hace uno dueño de un cerro? Estando en el lugar correcto y con algo de suerte histórica.

La colonia Niño Artillero es un enclave que colinda con las agencias de Pueblo Nuevo y de Guadalupe Victoria, con las colonias Heladio Ramírez y del Maestro pero que legalmente pertenece al municipio de San Jacinto Amilpas. Sí, un comité en los años 1840-1841 compró estas tierras y nombró dueño, según cuenta don Emilio, al pueblo de Amilpas. Las escrituras de las 644 hectáreas que compraron, asegura, obran en el Archivo General de la Nación. En 1991, asegura, fue electo y desde entonces se dio a la tarea de recuperar estas tierras.

Visitó la zona, comenzó a lotificar, a vender y a exigir a las autoridades que apoyaran su territorio. El dinero pagado por la tierra se va al comité que él preside, pero a cambio, asevera, se paga el predial de todas las hectáreas.

El municipio ha retardado su respuesta para reconocer esta pequeña “isla” que está rodeada por la ciudad capital, ha refunfuñado, pero los cables de energía eléctrica que prestan el servicio a las casas de las alrededor de 20 familias que aquí viven dicen que en algo se ha avanzado. También hay un plano firmado en 2007 por las autoridades municipales en donde se establece la lotificación. “Posteriormente las autoridades no le dieron seguimiento al trámite y quedó estancado”, cuenta.

Otra parte de estas 644 hectáreas las tomaron otros integrantes del comité de San Jacinto Amilpas para crear otras colonias, éstas “en lo plano”, como dice don Emilio. Son colonias con más nombre, a dónde llegan los camiones dl transporte público, que tienen gran parte de sus calles pavimentadas, la Heladio Ramírez, la Solidaridad, Lomas de Santa Rosa, la Bugambilias, Cuauhtémoc, San Francisco, Benito Juárez, Lomas de San Jacinto, “son como 33 colonias, todas esas tierras eran de San Jacinto”, asegura don Emilio.

“Son de líderes de San Jacinto, cada quien fue tomando un área y ya se está acabando esto”, completa Miguel López, integrante del comité.

 

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La lucha por adueñarse de esta zona no está exenta de obstáculos. La tierra que él ha lotificado es reclamada por otros “que se dicen dueños”, que incluso han denunciado a don Emilio, quien ha sido llevado en dos ocasiones a la cárcel por invadir propiedad ajena. La primera vez en 1985, año en que estuvo tres meses y medio preso y hace unos años estuvo preso 12 meses. En ninguno de los casos los denunciantes comprobó la propiedad de las tierras que demanda.

“Ellos no comprobaron la propiedad, nosotros como comité la estamos comprobando, estamos viendo la escrituración de la tierra, vamos a salir adelante”, expresa.

“Ellos” son particulares que disputan esa propiedad como María Elena García López, Rosa María Meixueiro, Abraham Rivera, algunos empresarios como son los Guzmán Gardeazabal, “que también se dicen dueños de algunas fracciones”. “Hay algunos juicios de carácter civil que no se ha dado la resolución pero que en su momento yo siento que va a salir a favor del pueblo de San Jacinto Amilpas”.

 

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Si no existe la colonia, también la desconocen. Lourdes y su madre, que atienden la tienda de abarrotes de la colonia, saben que siempre debe haber alguien cuidando la casa. Si una sale, la otra se queda. En una ocasión ya saquearon todo lo que había adentro. Son maleantes y además hay grupos de choque que buscan desalojarlos.

“Aquí, cuando se habla a la policía nadie reconoce, no conocen, no saben dónde es, nadie sube, igual la ambulancia o algo que necesitamos de emergencia, ha ocurrido, en cambio, cuando vienen a desalojar, suben con policías, pero otras veces se vuelven ciegos, aquí no hay emergencias”, cuenta Lourdes.

La policía estatal y municipal “nunca voltean para acá” a pesar de que a unos metros tienen el campo que utilizan como práctica de tiro. Solo hay una ocasión en la que alguien viene a esta colonia. “Cuando hay elecciones, ahí sí conocen, vienen, hace una semana vinieron personas de Pablo no sé qué, no vienen ellos, mandan a sus representantes, que hay que apoyar”, agrega. Un voto cuenta, aunque sea de un habitante de una colonia que no existe.

 

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10 mil pesos me trajeron aquí. A Lourdes le salen fácil las palabras, habla rápido y claro. “No, no he pensado a irme a otro lugar porque los recursos no me lo permiten”. Actualmente trabaja como auxiliar de biblioteca en el centro infantil Calpulli de la colonia Lomas de San Jacinto, a una distancia que tarda en recorrer unos 15 minutos en su moto. 10 mil pesos la trajeron aquí y para irse a otro lado junto a su madre y sus dos hijas necesitaría mínimo 10 veces más para comprar el terreno y 10 veces más para construir algo.

“Los recursos no los tengo como para ir a buscar a otro lugar, la verdad en otro lado está muy caro el terreno, bien ubicado la verdad está muy caro y a mi alcance no está. Pagamos 10 mil peso y esos con muchas facilidades, porque para sacar 5 mil, 10 mil está muy difícil”.

-¿Usted cree que avance pronto la colocación del drenaje o del agua?

-Lo veo complicado.

 

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-¿No sería mejor decirle a la gente que no compre acá, que no venga a vivir aquí?

-Es la necesidad. Hay mucha gente humilde –responde don Emilio, que seguirá vendiendo a quien con 15 mil o 20 mil pesos quiera vivir en la colonia más alta de la ciudad de Oaxaca, aunque no exista.

 

 

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