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Colonia Laureles, entre la indiferencia y el olvido

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Esta demarcación, ubicada en la agencia municipal de Pueblo Nuevo, es un claro ejemplo de la corrupción, donde hace un año se inauguró una red de drenaje inconclusa, que, a la fecha, no beneficia a ninguno de sus pobladores; en ese lugar cuando llueve las calles se convierten en ríos, la gente no tiene agua potable y muy pocas familias tienen acceso a la luz eléctrica, pero todos sufren un problema común: la inseguridad, los robos y asaltos son constantes y la ausencia de la policía es permanente

Texto: Yolanda PEACH

Fotos: Esteban CHINCOYA

Autoridades van, autoridades vienen y a nadie le interesa lo que pasa en la colonia Laureles, uno de los tantos cinturones de miseria que rodea a la capital.
Y como lo que ahí ocurre no se traduce en votos, no hay agua potable, drenaje y mucho menos pavimentación.
En ese lugar, la vida de los vecinos transcurre en la zozobra ante la inseguridad y la certeza de que están olvidados por la autoridad.
Hace un año inauguraron la red de drenaje que beneficiaría a algunos vecinos de la colonia; sin embargo, hasta la fecha, ninguno de sus pobladores goza de este servicio.
Para esa obra se invirtieron un millón 923 mil 671.31 pesos con recursos del programa FAIS, del Ramo 22 FII, para beneficiar a 112 habitantes de las colonias Laureles e Insurgentes.
Actualmente, los registros están casi cubiertos en su totalidad y compactados por el diario caminar de los vecinos por sus polvorientas calles.
“Todavía no funciona el drenaje”, nos comenta Moisés, quien tiene una tienda en la colonia y 13 años de vivir en la Laureles.
Tampoco tienen agua, por lo que están obligados a invertir 700 pesos cada dos meses para pagar pipas de agua que llenen su cisterna.
Cuenta que uno de los problemas que sufren, es que, aunque pertenecen a la agencia municipal de Pueblo Nuevo, para el INE son de Santa María Atzompa, por lo que se les imposibilita votar, “ni en uno ni en el otro”.
“Estamos olvidados. Acá no pasa la patrulla, si acaso, una vez al mes hace un rondín”, lo que acrecienta la inseguridad, ya que, al no funcionar el 30 por ciento de las luminarias, provoca que los maleantes operen al caer la noche.
Los vecinos se han tenido que organizar. Apenas, la semana pasada, a bordo de dos taxis, seguían a una muchacha para “levantarla”. Lograron ahuyentarlos.
Incluso, los servicios de emergencia tardan. “Cuando atropellaron a un vecino se quedó tirado las horas en la carretera; finalmente una moto se compadeció y por humanidad lo llevó a recibir atención médica”.

VIVIR EN LA INCERTIDUMBRE

La colonia Laureles, antiguamente conocida como la Ex Hacienda Crespo, subsiste en el abandono. Los vecinos saben que, por su condición electoral, los políticos ni siquiera se toman el tiempo de ir a visitarlos y preocuparse por sus carencias.
“Tenemos muchas necesidades en la colonia, principalmente de seguridad, para caminar estas calles se debe andar con cuidado y no salir en la noche. No salir de sus casas porque es inseguro”, nos dice Cristina, una comerciante de la colonia.
Incluso, los mototaxis no entran a la colonia, porque continuamente sufren asaltos.
Nos cuenta que falta alumbrado, no tiene agua ni drenaje, algunos vecinos no tienen luz.
“Me gustaría que se preocupan por nosotros, dieran talleres para jóvenes para que no caigan en los vicios o en la delincuencia, a los adultos también, para entretenernos en cosas productivas”, apunta.
La mujer tiene un tambo de agua, que ocupa con su marido para las necesidades básicas. Cada dos días paga 20 pesos para que se lo vuelvan a llenar, “se debe cuidar porque tarda la pipa en pasar”.
Pese a que a una cuadra está un tanque de Sapao, esa sirve para abastecer otra zona. “Tendré que seguir pagando a las pipas particulares”.
La mujer, preocupada por el bienestar de sus hijos y nietos, procura conservar el medio ambiente.
“En mi tienda, procuro regalar cada año bolsas de mandado. No doy desechables, bolsas ni popotes, tampoco quemo la basura, debemos ser más responsables ya que nadie ve por nosotros”, señala.

OTRA COLONIA EN EL OLVIDO

Faltan varios servicios, coincide Martha, otra vecina de la colonia Laureles. Las calles están muy oscuras y, sobre todo en la avenida principal, continuamente sufren robos violentos.
Cuenta que, en la calle principal, motociclistas pasan a toda velocidad para arrebatar bolsos o teléfonos celulares. Los policías nunca llegan y solo después de algún delito violento es que vienen a dar un rondín.
“Sólo vienen a dar la vuelta después de que pasa el problema y eso que le hablamos a la policía que está de guardia en Pueblo Nuevo”.
“Vivimos dos años sin luz, algunos vecinos todavía carecen de este servicio y sobre las luminarias, muchas no sirven”, dice la mujer que lleva siete años de vivir en este lugar.
Ante el problema del agua, construyó una cisterna. Cada que la llena debe pagar mil 600 pesos. “Economizamos siempre. Procuró juntar el agua de la lluvia, el agua que se usa para lavar la ropa es la misma que se utiliza para trapear. No estamos para estar gastando, por eso vendo productos de catálogo, para ayudar a mi marido con los gastos”.
En época de lluvia, las calles se vuelven intransitables. Martha al inicio tenía que cargar a sus hijos a la escuela. Ahora ya tienen sus botas de plástico. Poco antes de entrar a clases les cambia los zapatos, “si no, llegaron todos batidos”.
Tampoco tienen servicio de transporte y aunque otros años les prometieron acercarles, por ejemplo, una tienda de Liconsa, ayudarlos con estufas ecológicas o con despensas, todo quedó en promesas.
“Tenemos que caminar hasta la colonia Esmeralda para comprar leche, solo que, como la dan muy temprano, corremos el riesgo de ser asaltados, así que debes elegir, entre comprarla barata y arriesgarte, o seguir pagando precios altos”.
En tanto, las calles lucen vacías, apenas y algunas mujeres que tuvieron que salir por sus hijos al colegio.
Aunque una gran cantidad de casas son de lámina, en varias se observan albañiles construir. Los perros se agolpan en las puertas para ladrar, pero se cansan enseguida y vuelven al interior. Se trata de una colonia olvidada, de la que los vecinos ni siquiera sueñan se acerque cualquier día algún presidente municipal.

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