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CENEO: El otro cáncer social

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EDITORIAL

 Desde hace poco más de un mes, la ciudadanía oaxaqueña; el comercio establecido; las empresas que distribuyen alimentos, bebidas y otros, además de los administradores de la caseta de cobro de Huitzo, han vivido un infierno. Los vándalos que de forma burda y torpe exigen plazas de maestros, se han convertido en una gavilla de delincuentes. El secuestro de autobuses y unidades repartidoras ha sido el pan de todos los días. El saqueo de los mismos, el complemento obligado. Encapuchados (as) y embozados (as), jóvenes no mayores a los 20 o 22 años, han devenido en los últimos tiempos en azote social; el látigo que fustiga nuestra incipiente tranquilidad.

El mismo papel han hecho en años anteriores, al que hay que añadir el cierre de cruceros, vialidades, centros comerciales, bancos. La ciudadanía ignora cuándo estudian y si lo hacen en dónde. El Centro Regional de Educación Normal de Oaxaca (CRENO) sirve de refugio de quienes se han asumido como los futuros educadores de la entidad, pero se niegan a ser evaluados y obtener su plaza por oposición. Su vieja demanda ha sido la de que el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), les otorgue el pase automático, como era usual cuando la Sección 22 mantenía el control del IEEPO y la nómina la elaboraban a placer. Eso ya no será posible desde que el Estado recuperó la rectoría de la educación que en mala hora y contra la ley, mantenía la dirigencia seccional y los lacayos que le servían como directores o jefes de departamento.

Pero ¿cuál es el quid de esta soterrada agresión a la ciudadanía, a las empresas, a la paz social e inclusive a quienes les dan cuerda como brazo golpeador, la Sección 22, cuyo edificio tomaron el lunes 3 de abril? La CENEO y sus manejadores se asumen intocables. Los efectos de los 43 normalistas desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa –la escuela más radical de dicho sistema desde los años cincuenta-, aquel 25 de septiembre de 2014, cuando un grupo de policías de Iguala y Cocula, los detuvo para entregarlos a un grupo criminal, le ha dado a la CENEO y sus vándalos una especie de patente de corso para delinquir, sin que nadie los toque. Ciertamente, la Policía Estatal los ha obligado a suspender sus latrocinios o secuestro de autobuses y ha tratado de consignarlos, para ser salvados por sus guías morales: los maestros de la Sección 22.

En ciertos espacios editoriales y periodísticos, hay quienes se han preguntado respecto a la opinión de los padres de familia en torno a los atropellos, saqueos, actos delictivos y demás que hacen sus hijos (as), porque tal parece que existe una intención dolosa de que ocurra lo de Ayotzinapa, para que luego anden exigiendo a las autoridades su aparición. No hay que olvidar que los 43 desaparecidos no estaban en sus aulas ni en su escuela. Estaban secuestrando autobuses. Que no se diga después que los normalistas son mártires del gobierno represor o de la sociedad que los estigmatiza. Hay voces en este momento en Oaxaca que exigen el cierre de las once escuelas normales que funcionan en el estado. Nadie medianamente cuerdo apoya su lucha. No existen en este momento razones por las que la sociedad apoye sus excesos. Sus bajezas y atropellos han creado en el pueblo un ambiente de repudio, que no son pocos los ciudadanos que exigen aplicarles la ley. La CENEO se ha convertido en el clon de la Sección 22. Víctimas perpetuas que devienen a la menor provocación de crueles carniceros en inocentes reses.

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