Agencias
Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de México cuando Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), llevaba en el cargo tres años y 13 días, tiempo en el que tejió una relación con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, de extracción priista.
La llegada de lo que el gobierno federal la llama Cuarta Transformación (4T) generó expectación sobre la forma en que se construiría la relación entre el gobierno federal y esa casa de estudios, la cual, hasta hoy, no termina de ser clara, principalmente por el lenguaje cifrado de un lado y de otro, en ocasiones coincidente y en otras de franca oposición.
Suma a la poca claridad sobre cómo pretenden llevarse el gobierno de López Obrador y la UNAM, la persistencia de un discurso (en algunos sectores del campus) según el cual la universidad debe ser apolítica.
Cuando López Obrador estaba en campaña se negó a participar en debates con otros candidatos a la Presidencia dentro del territorio de la UNAM, no obstante, su aceptación entre la comunidad universitaria de la capital del país, más allá de la UNAM.
En un simulacro electoral realizado en mayo de 2018 por estudiantes de la UNAM, IPN, UAM, UACM, Universidad Simón Bolívar y la Universidad Autónoma de Chapingo, López Obrador ganó holgadamente. Obtuvo 70% de los votos, seguido de Ricardo Anaya, del PAN y sus aliados, con 19%, José Antonio Meade, del PRI y sus aliados, con 6% y Jaime Rodríguez Calderón con 2 por ciento.
El arrastre del político tabasqueño no data de ese momento, sino de campañas atrás. En un ejercicio parecido, pero llevado a cabo solo en la UNAM en 2012, ganó con 85% de los votos, seguido de Enrique Peña (5.2%), Gabriel Quadri (4.9 %) y Josefina Vázquez Mota (4.3%).
Los primeros mensajes
Convertido en presidente electo, López Obrador mandó diversos mensajes sobre la UNAM, aunque poco claros. En septiembre de 2018 dijo que durante su gobierno no habría infiltrados en la universidad y que se acabarían los actos porriles, no sólo en esa casa de estudios, sino en todas las universidades de México.
Fue cuidadoso al referirse a movimientos estudiantiles que demandaban seguridad dentro del territorio de la universidad en ese tiempo movilizados.
En septiembre de 2018, cuando el rector Enrique Graue lo visitó en su casa de campaña, ambos coincidieron en señalar que “el movimiento estudiantil es legítimo y no debe permitirse que se contamine con otros intereses”. No dijeron cuáles. El trato entre el rector y el presidente electo dio la impresión de ser cordial.
No obstante, desde los primeros días de su presidencia, el mandatario nacional mandó señales con otro tono. Sin referirse directamente a la UNAM y en el contexto de las demandas de mayor presupuesto para la educación superior, el mandatario dijo que los recursos públicos deberían aprovecharse de manera eficiente y deberían acabar con gastos superfluos. “(…) Se va a hacer más con menos, porque se acaba la corrupción y se acaba el derroche y va a rendir el presupuesto. (…) Van a haber mucho más recursos que antes y, claro, tiene que rendir más en presupuesto, porque deben terminar los lujos, tiene que haber austeridad”.
Entre las primeras decisiones de austeridad del nuevo gobierno estuvo la eliminación de gastos médicos mayores y el tope de salarios máximos para burócratas, lo cual también afectó a los de la UNAM. Nadie debería ganar más que el Presidente.
La respuesta de la UNAM fue inmediata. El 19 de diciembre de 2018 dio a conocer que su rector regresaría parte de su salario (22,000 pesos quincenales) a la Tesorería a partir del primer pago de 2019 y presentaría un programa de austeridad en esa casa de estudios. Desde 2019 se eliminaron los seguros de gastos médicos mayores.
La tensión más fuerte se daría también en diciembre cuando el senador panista Juan Carlos Romero Hicks denunció que, como parte de la iniciativa de reforma educativa, impulsada por la llamada Cuarta Transformación, se pretendía reformar la fracción VII del artículo tercero constitucional para eliminar la autonomía a las universidades públicas del país, lo cual fue atajado por el Presidente. Dijo: “No hay ninguna intención. Si es necesario estamos dispuestos a que se arregle lo de la autonomía”.
Quedó como un incidente, pero generó una andanada de comentarios de rechazo entre la comunidad universitaria y fuera de ella.
En febrero de 2019 el Presidente aseguró que la UNAM fue muy maltratada y estigmatizada durante la época neoliberal (que sitúa en el periodo 1982-2018) y refirió que “se llegó a decir que si un profesionista era egresado de la UNAM no tenía posibilidades de trabajo”.
Discuten por examen de admisión
El discurso sobre la embestida contra la UNAM volvió al escenario político intermitentemente desde los mensajes del presidente. En julio de 2019 mencionó que hubo una época en que la máxima casa de estudios fue desprestigiada por el conservadurismo, al grado de que por eso el gobierno estaba lleno de profesionales de escuelas privadas.
En ese momento planteó que a su gobierno sí le importa la calidad de la educación, pero también la cobertura, el acceso a la misma porque, recalcó, la educación es un derecho, no un privilegio.
Fue entonces cuando se manifestó para eliminar los exámenes de admisión, incluso desde el bachillerato, para que el pase automático aplique a todos aquellos que quieran estudiar.
El 1 de octubre de 2019 indicó: “Lo ideal es que todos los que quieran ingresar a la Universidad puedan hacerlo y que se supriman los exámenes de admisión, que se garantice el derecho a la educación”.
El rector Enrique Graue contestó que para la UNAM sería imposible no tener un examen de aceptación, sobre todo porque cada año aspiran a ingresar 400,000 personas, con lo cual en dos años estaría totalmente inoperante.
El episodio más resiente ocurrió la semana pasada, en el marco de la toma de al menos 16 instalaciones de la UNAM entre preparatorias, facultades y Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) por parte de grupos de mujeres que denuncian acoso sexual y violencia de género.
El rector dijo: “A quienes sólo buscan desestabilizarnos, les digo que no lo conseguirán, que tenemos claro lo que buscan, que no lograrán que escalemos con violencia lo espurio de sus pretensiones”. Dijo que la rectoría actuará con mesura y con firmeza.
El presidente López Obrador dijo: “Pero siento, lo voy a decir, que hay mano negra. Eso es lo que hay que ver. Y qué bien que ya lo estamos diciendo aquí, porque siempre hay quienes mueven la cuna y hay que lamparearlos para que no anden ahí en los sótanos. (…) Que no estén pensando los que provocan que nosotros vamos a caer en la trampa de la violencia, no nos vamos a enganchar en eso, o sea, nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”. Así de cifrado.
Entre la comunidad universitaria las explicaciones sobre esas movilizaciones son diversas: desde quienes acusan a la derecha panista y priista, hasta quienes dicen que son orquestados por un jefe delegacional morenista con la intención de generar un problema artificial que atraiga la atención de los medios de comunicación y así se deje de cuestionar al presidente López Obrador de temas como el grave problema de inseguridad en el país y la falta de medicinas y cupo en los hospitales públicos.