Editorial
Con el conteo del cien por ciento de los votos, que significan más de 490 mil sufragios, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), se consolidó el pasado 5 de junio, como la primera fuerza política en Oaxaca, con el triunfo de Alejandro Murat Hinojosa, candidato de la coalición “Juntos Hacemos Más”, conformada por PRI-PVEM-PANAL. Se trató de un triunfo inobjetable frente a su más cercano opositor, José Antonio Estefan Garfias, quien obtuvo siete puntos porcentuales por abajo. Muy cerca de él estuvo el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Salomón Jara, que obtuvo cerca del 23 por ciento de los votos. Se trata de una elección inédita, habida cuenta de que pese a los augurios y presagios de violencia e inestabilidad, la votación fue más copiosa que en procesos anteriores. Votó el 58.84 por ciento del padrón.
Hasta el más ingenuo advierte que el triunfo del candidato Murat Hinojosa, virtual gobernador electo, fue demoledor. La diferencia fue de más de 109 mil votos, respecto a su más cercano adversario, lo que conlleva a pensar que en ánimo de la civilidad que debe prevalecer en todo proceso democrático, quienes no fueron favorecidos por la voluntad ciudadana, deben reconocerlo y no empecinarse en que la solución debe postergarse hasta que los órganos jurisdiccionales otorguen sentencia. El pueblo oaxaqueño, que ya salió a votar y participó activamente en una jornada electoral altamente competitiva, está consciente de que el sufragio debe respetarse y los partidos y coaliciones que no lograron el triunfo, deben sumarse con civilidad al ganador, para emprender los caminos del desarrollo oaxaqueño.
Para muchos debería prevalecer esa convicción que conlleva la madurez y la cordura. No empecinarse en que siempre hay que ganar. En el ánimo del equipo del candidato ganador y virtual gobernador electo, existe la voluntad de cerrar este capítulo a la brevedad, sin los engorrosos litigios postelectorales que sólo postergan una sentencia que no sólo pone en tela de juicio la voluntad ciudadana ya depositada en las urnas sino que asimismo retrasa los trabajos en el tiempo de transición, como es la elaboración del Plan Estatal de Desarrollo y los proyectos que se propone realizar el futuro gobierno.
Por otra parte, políticamente el litigio en los órganos jurisdiccionales puede contaminar la llamada “operación cicatriz”, con la cual quien se ha erigido triunfador, llama a sus adversarios a sumarse a su proyecto político, en bien de una causa común, que es Oaxaca. Desde el discurso del triunfo, en la noche del mismo 5 de junio, Murat Hinojosa extendió la mano para formar un gobierno incluyente en el que todos tengan cabida. Se trata del propósito de restañar resabios o heridas y caminar en la ruta de la reconciliación y la unidad, sin retornar a los agravios y encono político. Reconocer cuando se ha perdido una elección, representa no sólo un acto de caballeros –como en este caso- sino además, una virtud republicana y democrática, que pone por alto el valor civil, que debe permear en toda contienda.
La suerte está echada –iacta alea est, en la expresión de Julio César- por lo que corresponde al equipo de Estefan Garfias, admitir que la voluntad ciudadana, en la jornada del pasado 5 de junio, le fue adversa, sin que ello implique que haya sido un mal candidato, porque no lo fue. Se le reconoció una campaña penetrante y sensible a todos los oaxaqueños. Lamentablemente, hubo hechos que no le favorecieron. Hubo pues, daño colateral.