De la lucha contra el autoritarismo a la peor crisis financiera de su historia, la “Máxima Casa de Estudios de Oaxaca” encuentra en el aniversario de medio siglo de la lucha estudiantil un momento de reflexión en el que aparecen preguntas sobre los ideales que le dieron autonomía y su función para transformarse a sí misma, a la juventud y al estado mismo. Hoy la institución reclama un profundo cambio de modelo que requiere acabar con las prácticas antidemocráticas como el corporativismo, el porrismo y el control político de grupos facciosos, señalan protagonistas del movimiento universitario
Alonso PÉREZ AVENDAÑO
El movimiento estudiantil de 1968 cumple medio siglo entre cuestionamientos. ¿Cuál es el legado de la lucha estudiantil a través de la cual se dio autonomía a la Universidad Benito Juárez de Oaxaca? ¿Permanece vivo el ideal de lograr una institución democrática cuando se atraviesa la peor crisis financiera de la “Máxima Casa de Estudios de los oaxaqueños”? Para protagonistas de esa lucha, estudiantes, líderes estudiantiles, este episodio histórico generó triunfos trascendentes que, sin embargo, están desconectados del presente de la universidad.
Los meses de lucha
El viernes 26 de julio cinco mil estudiantes de preparatorias y escuelas del IPN realizaron una marcha hacia el zócalo de la Ciudad de México que generó enfrentamientos con la policía. Cuatro días más tarde se dio el episodio que se conoce como “el bazukazo”, a partir del cual se desarrolla la trama conocida como el 68.
En la madrugada del 30 de julio el Ejército destruyó con un disparo de bazuka la puerta de la Preparatoria I y tomó las preparatorias 2, 3 y 5 de la UNAM y la Vocacional 5 del IPN.
Previo a este hecho, el Comité Coordinador de Huelga del IPN con representantes de varias escuelas de la UNAM, de la Escuela de Agricultura de Chapingo y de la Escuela Normal presentaron su pliego petitorio: 1. Desaparición de la FNET, de la Porra Universitaria y del MURO; 2. Expulsión de los estudiantes miembros de las citadas agrupaciones y del PRI; 3. Indemnización por parte del gobierno a los estudiantes heridos y a los familiares de los que resultaron muertos; 4. Excarcelación de todos los estudiantes detenidos; 5. Desaparición del Cuerpo de Granaderos y demás policías de represión; 6. Derogación del artículo 145 del Código Penal, que sanciona los delitos llamados de “disolución social”. La respuesta fue la represión.
En Oaxaca la Universidad Benito Juárez se convirtió en uno de los centros donde se presentaron protestas estudiantiles en contra de los actos de agresión cometidos por el gobierno nacional. La mayor parte de las manifestaciones fueron pintas y mítines en la capital del estado.
El periodista Filadelfo Figueroa da cuenta de algunas de esas pintas que aparecieron incluso en el palacio municipal: “libertad a los estudiantes presos por gorilas”, “fuera el ejército de la universidad”.
El martes 6 de agosto el rector de la Universidad Benito Juárez, Agustín Márquez Uribe, encabezó una marcha en la que participaron estudiantes del Instituto Tecnológico Regional de Oaxaca y del Centro Regional de Enseñanza Normal de Oaxaca (CRENO).
El 14 de agosto se realizó la marcha del silencio, “la más simbólica”. Para el 17 de agosto inició la huelga de la Federación Estudiantil de Oaxaca (FEO), cuyo líder fue Abraham Martínez Alavés. El 25 de agosto, frente al edificio central de la UBJO, fueron quemados periódicos locales y nacionales, “por evidenciarse partidarios del régimen y que ocultan la dimensión del conflicto”, según escribió Gabriel Mayoral Figueroa, uno de los líderes del Consejo Universitario de Huelga.
El domingo 22 de septiembre, el Ejército mediante un boletín publicado en diarios locales demandaba la entrega del edificio central de la universidad. A los estudiantes los califica de “grupo minoritario”. Un día antes fueron detenidos dos líderes, Rodrigo Cabrera y Rosalino Jiménez, acusados por autoridades castrenses como agitadores. La retórica del Ejército expuesta en el comunicado presenta la visión del Estado respecto a la participación de los jóvenes en la vida política del país: “no se tolerarán más reuniones o mítines en la vía pública ni que se produzcan manifestaciones subversivas donde se infieran insultos contra el gobierno de la república y las fuerzas armadas”.
En un “momento de gloria histórico”, explica Mayoral, la respuesta del Consejo Universitario, dirigido por el rector Márquez Uribe, hace ver la inconstitucionalidad de la amenaza del Ejército y es rotunda: no.
“Mal hubiera sido que las autoridades de la universidad, que por antonomasia, en esos tiempos gozaba de egresar a los mejores abogados del país, no hubiera actuado apropiadamente”, escribe Mayoral en un artículo aparecido en la revista Humanidades con motivo del 30 aniversario del movimiento estudiantil.
En esta respuesta se expone que el Estado mexicano debe hacer cumplir la Constitución y en ese orden “la persecución de delitos incumbe al Ministerio Público y la Policía Judicial”. En tiempo de paz “ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
No obstante, los integrantes del Consejo de Huelga expresan que no opondrían resistencia si el Ejército decide ingresar a la universidad.
Los estudiantes refuerzan la práctica del volanteo y las brigadas de información, los mítines relámpago en cada esquina; con ellos informa a la población con fotografías de la represión policiaca.
Para el viernes 4 de octubre se dio una nueva detención, esta vez de dos estudiantes de la UBJO, Eulogio Reyes y Rafael Morales Monroy, “cuando repartían volantes que las autoridades militares consideraban delictuosos”, de acuerdo con el relato elaborado por Figueroa. A Ambos estudiantes, continúa, “se les trata de involucrar en un supuesto complot contra el Estadio Olímpico”.
El 27 de octubre los estudiantes logran una de sus demandas principales, la renuncia de Fernando Gómez Sandoval como director de la preparatoria diurna y como catedrático de la facultad de Derecho.
Para el mes de diciembre comienzan a darse visos de solución a la huelga. El día 5 apareció en la Ciudad de México Moisés González Pacheco, secuestrado el 19 de noviembre por elementos militares en la ciudad de Oaxaca. Dos días después, el 7 de diciembre, nueve estudiantes que se mantenían en huelga en el edificio central concluyen su manifestación y el 12 de diciembre a las 19:30 horas entregan los edificios que se mantenían tomados.
Los logros
Isidoro Yescas Martínez es coordinador del libro No se olvida, el movimiento estudiantil de 1968 en Oaxaca, en el que reunió la voz de diversos participantes de esta lucha, la cual asegura, generó diversos logros, el primero de ellos, retirar el control que tenía el PRI sobre los grupos estudiantiles universitarios.
“El PRI, el gobierno del estado perdió el control de las estructuras territoriales, estaba la Federación Estudiantil Oaxaqueña que había sido creada en 1956, pero este organismo que representaba a todos los estudiantes de la universidad era un mecanismo de control del PRI, básicamente el requisito para ser presidente era tener credencial del PRI, o sea, tener cercanía con el gobierno”.
El segundo punto consecuencia de esta lucha es que el marxismo ganó espacios tanto en las aulas como la calle; asimismo, se estableció cercanía entre la universidad y diversos sectores populares del estado.
A partir de esta lucha, dijo, se gestó la autonomía universitaria en 1971 y se formaron nuevos liderazgos como el de Moisés González Pacheco, José Antonio Castillo Viloria, expulsado, detenido y encarcelado por su participación en las acciones estudiantiles. “Sale de la cárcel y se incorpora al movimiento armado revolucionario, fue detenido por la policía, nuevamente encarcelado, fue después de esa etapa que rehízo su vida, estudió nuevamente medicina y hoy ejerce en la Ciudad de México”, señaló.
Durante la presentación de No se olvida, Yescas Martínez apuntó también que el movimiento oaxaqueño tuvo repercusión en temas como la libertad de expresión y en las elecciones.
“El gobierno perdió poder absoluto sobre los medios de comunicación, antes del 68, durante el 68, el gobierno tiraba línea, censuraba, en el caso de Oaxaca fue emblemático que un periódico local ya desaparecido como Oaxaca Gráfico, también Carteles del Sur, abriera hasta dónde pudieron evadir la censura oficial parte de lo que sucedió en la universidad”.
A nivel político, después del 68, “se acabó con la simulación de los partidos de oposición”.
Democratización frustrada
Francisco Martínez Neri, ex rector de la UABJO, estudiante de secundaria cuando inició el movimiento, reseñó los textos que los investigadores Carlos Sorroza, Sirenia Vásquez y Olga Montes aportaron a No se olvida, en los que abordan los cambios que se han generado en universidades públicas, particularmente en la UABJO, a partir de 1968. Los autores apuntan que aunque uno de los frutos de la lucha juvenil fue la democratización de la universidad, hoy ésta ha sido “frustrada”.
“Hoy la universidad vive una inestabilidad permanente, con controles caciquiles que la tienen al borde de un colapso financiero, afirman los autores asimismo que los gobiernos locales son simples observadores del acontecer institucional universitario, lo que ha llevado a la UABJO además a una crisis de gobernabilidad”, señaló.
Otros elementos, agregó, “es la falta de compromiso de los docentes, falta de actualización, ausentismo, en la administración central me informan que las facultades de Contaduría y Administración y Derecho el ausentismo es superior al 50% de las horas clase, falta de interés por resolver los problemas de los alumnos, mala imagen de la UABJO y en consecuencia rechazo laboral, procesos electorales que provocan malestar, todo ello provoca que los estudiantes estén desmotivados para participar en el proceso de cambio”.
Estos ingredientes, continuó el ex rector, “deben motivar a los estudiantes a participar en la transformación universitaria”. Por lo que se refiere a los rankings de las universidades públicas de México, en todas las mediciones “aparece en un nivel muy alto la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y en un nivel muy bajo la UABJO, en el top de universidades de México en primer lugar aparece la UNAM, la BUAP en noveno lugar, la Universidad Autónoma de Chiapas, en 30; en 65 la UABJO, es la universidad más rezagada del sur-sureste”.
Asimismo, expuso que la crisis de la universidad no se resolverá atendiendo la demanda de que se otorguen más recursos.
“Hoy se buscan afanosamente recursos económicos para solventar los compromisos, pero qué utilidad tendría el que se dieran mayores recursos si se gastarán de la misma manera en que se gastan ahora, el problema no es solamente de financiamiento, es del modelo institucional”.
Martínez Neri también reseñó el artículo de Rodolfo Navarro, que señala que además de un profundo cambio de modelo, la UABJO requiere acabar con prácticas antidemocráticas.
“Cada vez que hay elecciones se presenta un tipo peculiar de democracia “caracterizada por el corporativismo, el empleo del porrismo y el control político de grupos facciosos”. No solo eso, la universidad pública, señala, se ha vuelto privada.
“Más que permitir al estudiante encontrar su propia vocación se ha convertido en una masa indolente, amorfa y omisa en sus pensamientos, Navarro finaliza diciendo que la universidad ha dejado de ser popular y ha pasado a ser elitista, pues todo se cobra, principalmente las cuotas de ingreso que obstaculizan la posibilidad de acceso a las clases populares, existen casos de jóvenes, y me consta, que aprueban el examen de admisión pero no cuentan con recursos para pagar la cuota de inscripción, por lo que se quedan fuera de la universidad”.
Colofón: Más preguntas
Durante el movimiento estudiantil de 1968, Jorge Machorro Flores fue delegado por la UBJO al Consejo Nacional de Huelga en calidad de observador, y explica cómo entonces las motivaciones de la lucha era solo la indignación más que un proyecto de transformar la universidad, Oaxaca o México.
“Lo único que nos motivaba era la indignación de que hubieran agredido a otros como nosotros, no teníamos mayor claridad sobre visiones o participación política más definida, éramos estudiantes como miles”.
Esa indignación, agrega, cambió con el transcurso de la lucha, cuando el pliego nacional de cinco puntos se transformó en Oaxaca en 76 demandas de reforma universitaria “de manera inmediata no conseguimos la gran mayoría, de manera mediata la gran mayoría no se consiguió, pero no estaba ahí tanto la suerte de ese movimiento, sino que lo que se expresara era algo esencial, queremos respeto, queremos libertad, que terminen los autoritarismos de todo tipo, eso fue lo que se coló por la fisura que el 68 abrió”.
En un artículo publicado en 1998 en la revista Humanidades con motivo del 30 aniversario del movimiento, Machorro expuso decenas de preguntas a la UABJO y su vinculación con la lucha estudiantil, entre ellas una central: ¿están hoy realizadas las aspiraciones de la generación del 68?