Kamala Harris
Por Claudia Aguilar
I’m here because of the women who came before me”
(“Estoy aquí gracias a las mujeres que vinieron antes).
Kamala Harris
El pasado miércoles 20 de enero fuimos testigos del fin de la era Trump y el inicio de la era Biden-Harris en los Estados Unidos de Norteamérica. Sin duda este hecho en sí mismo es auspicioso y muchos han escrito sobre lo que sigue para la relación bilateral entre México y Estados Unidos con la llegada de Biden a la Presidencia. Yo sin embargo, quiero dedicar este espacio para referirme al caso de las mujeres y del poder de la inclusión y la diversidad; comenzando desde luego con la llegada de Kamala Devi Harris a la vicepresidencia de los Estados Unidos.
Su nombramiento resulta de la mayor trascendencia, al convertirse en la primera mujer vicepresidenta en EE. UU.; recordemos que, desde las primeras elecciones en 1789, dicho cargo había sido ocupado por una larga y monocromática fila de 48 hombres blancos. Y con este último punto quiero destacar otro hecho relevante en su ascenso al poder, Harris no solo se convierte en la primera mujer en más de 200 años de historia política norteamericana en ocupar la vicepresidencia, sino que también es la primera persona afroamericana y de origen asiático en asumir el cargo.
Estos factores sin duda alguna han transformado la elección y toma de posesión del nuevo gobierno norteamericano. Para mí, Kamala D. Harris es quien hoy hace historia, lo que, por supuesto no es gratuito, pues además de tener una brillante trayectoria en el servicio público, se ha dedicado a derribar (o cuando menos fisurar de forma importante) techos de cristal.
Kamala D. Harris, ha sido descrita como una mujer de “primeras veces”, por los cargos que ocupó anteriormente (Fiscal de Distrito de San Francisco, Fiscal General de California, Senadora). Y otra vez hace honor a esa descripción, la hoy primera vicepresidenta en la historia de EE. UU. juró el cargo ante Sonia Sotomayor, nada más y nada menos que la primera juez de origen hispano y tercera mujer en llegar a la Corte Suprema de EE. UU.
Harris juró el cargo ataviada en un poderoso traje sastre color violeta. ¡Vaya mensaje!, se vistió de feminismo, conmemorando una lucha y la victoria que representa, que le permitió llegar hasta este momento. En su discurso de aceptación a la vicepresidencia de ese país, una sonriente Kamala Harris dijo, “a pesar de que yo puedo ser la primera mujer en este cargo, no seré la última. Porque todas las niñas que ven hoy se dan cuenta que este es un país de posibilidades”. Además, juró sobre la Biblia de Thurgood Marshall, primer juez afroamericano de la Corte Suprema de EE. UU.
Es evidente que tanto la política, como la historia conspiraron de alguna manera (o se alinearon), para que Biden eligiera a Harris. Desde el compromiso asumido para elegir una candidata mujer a la vicepresidencia, reconociendo con ello la relevancia de las votantes mujeres en el éxito del partido demócrata en 2018; hasta resolver que no bastaba que fuera mujer, sino que debía ser una afrodescendiente, derivado de las protestas y el encono social por el lamentable asesinato de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis. Cabe mencionar que antes de ser compañeros de campaña, Kamala Harris y Joe Biden habían participado por la candidatura del Partido Demócrata. Incluso ella fue una de las candidatas más populares. Todo ello sin duda alguna contribuyó a que Biden la eligiera para la vicepresidencia, sin dejar de lado la brillante trayectoria que le precede, pues como ya se ha dicho, para llegar a ese momento ya había construido una larga y exitosa carrera política.
Es admirable su labor, en numerosas ocasiones la hoy vicepresidenta de EE. UU. se ha destacado por apoyar a los grupos menos favorecidos, a las mujeres, a las minorías y a los miembros de la comunidad LGBTTTIQ+. Por ejemplo, en materia de salud fue una de las senadoras que pugnó por la expansión del Affordable Care Act, que Barack Obama había implementado desde el 2010. En temas relacionados con el medio ambiente, fue la primera senadora que apoyó el Green New Deal, resolución impulsada por Alexandria Ocasio-Cortéz que propone una manera de responder a la crisis ambiental y que a grandes rasgos, busca eliminar el uso de combustibles fósiles y garantizar mejores condiciones salariales en la industria de la energía renovable. Por cuanto hace al importante tema de los derechos de las mujeres, durante su campaña Harris sugirió la obligación legal de las compañías a tener una certificación que garantice misma paga por el mismo trabajo tanto a hombres como mujeres; además, respaldó un programa que sería financiado con impuestos, a fin de garantizar a mujeres de bajos recursos la opción de abortar legalmente. Respecto a la comunidad LGTTTIQ+, cuando fue electa como Fiscal de Distrito de San Francisco (2003), estableció una Unidad de Crímenes de Odio, enfocada en investigar y procesar actos de violencia en contra de la comunidad diversa; manifestó su rechazo a la prohibición constitucional del matrimonio igualitario y oficializó la primera boda del mismo sexo, cuando el matrimonio igualitario fue reinstaurado en California (2013). Asimismo, Harris ha apoyado más regulaciones de las que actualmente existen para la compra y venta de armas de fuego. En suma, Kamala Harris no es solo la primera mujer en llegar a la vicepresidencia de los EE. UU., tiene una gran personalidad, una gran trayectoria y un gran compromiso.
Por todo ello, reluce la integración del gabinete de Biden e implica el poder de influir positivamente impulsando mujeres y minorías hacia la toma de decisiones, grupos que tradicionalmente se habían mantenido en la periferia, si no es que absolutamente exiliados. En esta nueva administración del gobierno norteamericano, además de Kamala Harris como vicepresidenta, las mujeres tienen una presencia nunca antes vista en el Congreso (24 por ciento en el Senado y 27 por ciento en la Cámara de Representantes), esto es un 50 por ciento más que hace 10 años, digno de mencionarse y de celebrarse.
La llegada de mujeres a puestos de poder y decisión sin duda generan enormes expectativas en el sentido de que las enormes fisuras a los llamados techos de cristal, contribuirá a lograr de manera final y definitiva a los cambios sistémicos que finalmente producirán de manera natural la paridad entre hombres y mujeres en roles de liderazgo tanto en el Gobierno o la esfera de lo público, como en el mundo empresarial, en el académico, en la ciencia y en la tecnología y mucho más allá. Sin duda alguna, Kamala Harris representa un parteaguas que nos llena de optimismo. Sin embargo, no debemos olvidar que los datos reflejan que las mujeres todavía no logramos acceso absoluto y paritario en ninguno de estos ámbitos. La razón por la que tan pocas mujeres están en puestos de liderazgo es fácil, basta voltear a ver las llamadas élites globales, en donde es evidente que la diversidad racial y de género pasa desapercibida.
Si bien la sola llegada de unas cuantas mujeres al poder no se traduce en que todas lo tengamos (aún), lo cierto es que manda un poderoso mensaje a las jóvenes y a las niñas, haciéndoles saber que ellas pueden estar ahí. Y claro, hay que moldear al sistema, pero la representación importa y mucho.
Como mujer, latina y feminista me siento muy esperanzada en que más mujeres logremos ocupar esos espacios que nos han sido vedados, espacios de liderazgo, de toma de decisiones. Queremos más mujeres poderosas, más mujeres que inspiren e impulsen a seguir fracturando esos techos de cristal hasta que finalmente desaparezcan. Es posible otro mundo. Y es nuestra obligación lograr que las generaciones que vengan detrás solo deban preocuparse porque ese techo de cristal no las encierre nunca más ni esté sobre sus cabezas. Como dijo Kamala Harris en su emotivo mensaje a la nación: “A los niños de este país, sin importar su género, nuestro país les está enviando un mensaje claro: sueñen con ambición, lideren con convicción y véanse de una manera que tal vez los otros no puedan simplemente porque nunca la han visto antes”.