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El dolor de la distancia detrás de las rejas

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Pisar las cárceles del Instituto Nacional de Migración (INM) o llamadas estaciones migratorias, significa para cientos, miles de mujeres, hombres y niños que vienen huyendo de la violencia o la pobreza de sus países, vivir la peor pesadilla, porque son víctimas de tortura física y psicológica, falta de atención médica y alimentos. A quien cae en estos lugares se les niega todo, desde la comunicación con su familia hasta agua para saciar la sed, viven hacinados durante días, semanas y meses, por el solo hecho de haber solicitado refugio en México

 

Movimiento Migrante Mesoamericano/The Exodo

 

CHIAPAS.- “¡Te vas a morir!, ¡firma tu deportación y vuelve a tu país!, era lo que escuchaba mientras luchaba por superar las secuelas la crisis asmática que sufrí en la estación migratoria, me sentí acorralada por el guardia y pensé en hacerlo, pero al recordar los problemas por los que salí de mi país desistí de la idea”.

Lizzi es una de las 51 mil 607 personas detenidas en México por el Instituto Nacional de Migración durante el primer cuatrimestre del 2019. Fue privada de su libertad por 45 días en los que según relata, sufrió tortura física y psicológica. “Nos sentíamos como en una cárcel, ¡fue horrible!, tuve dos crisis asmáticas adentro, cuando regresamos del médico otro guardia me cuestionó ¿y así quieres pedir refugio? ¿estas consciente de que estarás encerrada de 3 a 6 meses?”.

A unos metros del parque de Pakal´ Ná, cerca de las vías del tren en Palenque, donde cientos de migrantes se reúnen para platicar sus historias, la joven madre veinteañera recuerda su amarga experiencia. Abandonó Honduras porque tenía problemas con el padre de su hijo quien pertenece a una pandilla, luego de años de maltratos y amenazas un día decidió huir junto con su hijo a los Estados Unidos para empezar una nueva vida.

Cruzaron la frontera a mediados de abril, por el punto fronterizo de Frontera Corozal, Chiapas, pero al llegar al cruce de Palenque fueron detenidos. Recuerda que era de madrugada, estaban nerviosos cuando les pidieron sus documentos de identidad y al no presentarlos, fueron obligados a subir a una patrulla del Instituto Nacional de Migración (INM), “No se identificaron ni dijeron si teníamos algún derecho, solamente nos subieron a un vehículo en el que nos llevaron a la estación migratoria, éramos cinco adultos y dos niños (tres hombres, dos mujeres, mi hijo de seis años y una bebé).

Mientras sus compatriotas miraban con ansias y curiosidad las maniobras del tren en el que pueden lograr sus más anhelados sueños o sufrir sus peores pesadillas, Lizzi continuó su relato: “fue traumático, a un compañero que se negaba a ser detenido lo obligaron a subir por la fuerza, no les importó hacerlo frente a los niños que lloraban sin entender lo que pasaba, en ese momento pensaba en lo que nos sucedería a mi hijo y a mi si nos deportaban a Honduras”.

En la estación migratoria otras mujeres le hablaron de la posibilidad de solicitar refugio en México. “Pregunté a los agentes de migración y se molestaron, sólo dijeron que el proceso duraba de tres a seis meses, fue hasta que un representante de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) visitó las instalaciones y nos explicó sobre el proceso que decidimos iniciar el trámite”.

De enero a abril de 2019, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados tiene registradas 18 mil 365 solicitudes, de las cuales, 10 mil 107 fueron realizadas por hondureños, 2 mil 880 de salvadoreños, 2 mil 464 de venezolanos, 973 de guatemaltecos, 760 de cubanos, 696 de nicaragüenses y 485 corresponden a personas de otros países.

“Los meses que permanecimos en migración fueron una tortura muy grande” expresó con pesar Lizzi mientras continuó compartiendo sus vivencias. “En el área de mujeres éramos un promedio de 80 personas, contamos 35 mujeres y 51 niños, pero un día llegamos a ser más de cien, en un espacio sin ventilación, con calor, mosquitos, escasez de agua, además de que los alimentos que nos brindaban estaban fríos y agrios, por lo que los niños no los podían a comer y se enfermaban, siendo hospitalizados los más graves”.

Estas condiciones provocaron que la bebe que la acompañaba se enfermará “nos sentíamos angustiadas y llamábamos a los guardias, pero no nos hacían caso, decían que pasarían el reporte, hasta que un día la niña empezó a vomitar desde las seis de la mañana”.

Nos hicieron esperar hasta la siete de la noche” porque estaban atendiendo a una mujer embarazada con complicaciones. Fue hasta ese momento que vieron que la pequeña estaba deshidratada y decidieron bajarla para darle un suero oral pero después la regresaron con su madre sin consultar a un médico.

La madre de la niña estaba al lado de Lizzi y asentía con tristeza mientras palmeaba la espalda de la bebé que tosía constantemente. “Al día siguiente notaron que no mejoró y decidieron trasladarla a un hospital donde un médico informó que estaba tan grave que podía morir en 24 horas si desarrollaba una neumonía. Extendió una receta con recomendaciones que en Migración decidieron ignorar bajo el argumento de que no podían proveer a la menor de una dieta especial con frutas y verduras porque no lo tenían autorizado”.

La intervención de la COMAR permitió que al tercer día de que la niña fuera llevada al hospital les permitieran salir de su encierro “por lo menos 15 niños enfermaron por el calor que oscilaba en los 40 grados y por las picaduras de moscos, la mayoría tenía gripa, salpullido y estrés, muchos días las madres no dormíamos porque teníamos que abanicarlos para que ellos pudieran descansar, algunas veces nos turnábamos para poder hacerlo, el trato que recibimos todo ese tiempo fue indigno”.

Lizzi, en el lapso que permaneció detenida sufrió por la escasez de agua, “nos empezaron a negar el líquido porque inicialmente nos daban cuatro o cinco botellones pero disminuyeron la cantidad sin avisarnos que la limitarían, en una ocasión nos llevaron el agua hasta las tres de la tarde, los niños lloraban porque tenían sed y nosotras sentíamos que nos ahogábamos, suplicábamos a los guardias que solo gritaban que nos calláramos, una mujer que había guardado un poco la repartió a los niños que sólo alcanzaron a llenar la tapita del bote que usaban para enfrascar la que consumirían durante el día”.

La joven hondureña piensa que estos malos tratos tenían como finalidad presionarles para que firmaran su deportación. “Nos dosificaban el agua, brindándonos el acceso solo por media hora, teníamos que competir para poder bañarnos o beber, algunos días no alcanzábamos, hablábamos con los guardias para pedirles ayuda, pero sólo respondían de manera arrogante, “¿firmaste refugio?, ¿tienes COMAR?, ¡pues aguántate!, así vas a estar todo este tiempo y eso que no ha empezado la calor buena”.

Además, “el kit de aseo no tenía toallas sanitarias, sólo pasta dental, shampoo y jabón neutro que compartíamos con los niños. En una ocasión solicitamos toallas sanitarias por lo que un guardia de seguridad sólo nos dio un pañal que tuvimos que cortar en pedazos. El alimento era el mismo para todos y cuando había demasiada gente no alcanzaba para todos, nunca hubo una atención adecuada para los menores”.

Ante los señalamientos de Amnistía Internacional (AI), el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Luis Raúl González ha rechazado que la política migratoria de México sea igual que la de Estados Unidos, “son realidades diferentes; allá hay un discurso de odio y esto genera xenofobia y racismo; aquí hay problemas fuertes donde la política del actual gobierno es más flexible que el gobierno anterior”.

Sin embargo, durante los 37 días que Lizzi permaneció en la estación migratoria, sólo vio a los representantes de la CNDH en una ocasión, “aunque les dijimos acerca de lo que pasaba dentro, solo tomaron nota, pero las cosas siguieron igual”.

En el comunicado de prensa DGC/145/19 publicado el 15 de abril, la CNDH solicitó a las autoridades federales y estatales de Chiapas medidas cautelares en favor de personas migrantes por condiciones de hacinamiento debido a la sobrepoblación en instalaciones del INM, así como por la lentitud en trámites migratorios en el Puente Internacional Rodolfo Robles, en la Estación Migratoria Siglo XXI (EMSXXI) y en el albergue instalado en el Municipio de Mapastepec, en dicha entidad, sin mencionar reportes de la estación migratoria de Palenque.

Lizzi aún sueña con llegar a los Estados Unidos para alcanzar a su hermano, “México es un lugar muy bonito pero no me siento bien aquí, hay gente que nos mira mal y estoy sola, tengo varios días de estar en libertad y aún sueño con lo que sufría en la estación migratoria, fue muy difícil porque como madre me dolía el sufrimiento de mi hijo y de los niños que estaban a mi alrededor, por ello quiero que se escriba esta historia para que se conozca lo que sufren los migrantes”.

 

 

www.movimientomigrantemesoamericano.org

www.theexodo.com

 

 

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