Carlos CERVANTES
En el Oaxaca de hoy los hechos de sangre son cosa de todos los días y no solamente porque se priva de la vida a una persona sino por la forma tan sanguinaria y cruel en que se cometen llegando al caso de descuartizar, por así decirlo, a las víctimas y hasta inhumadas clandestinamente. En la década de los sesentas y setentas del siglo pasado los oaxaqueños nos llegábamos a enterar de crímenes por venganza o de tipo pasional y cuando la desgracia tenía características especiales o las víctimas eran personas conocidas y estimadas en nuestro medio se provocaba una situación de incredulidad y hasta de conmoción. Eso ocurrió cuando fueron asesinadas en su mismo domicilio la señora empresaria doña Amira Tanús y su hija Lorena.
La noche del 30 de abril de 1979 fueron ultimadas las dos damas en su domicilio ubicado en la casa número 213 de la calle Quintana Roo, cerca del jardín Conzatti y aledaña a otro domicilio donde la noche de año nuevo de 1966 fue asesinada la joven Nancy Audiffred por su pareja, el licenciado Alberto Noriega Herrera, quien era funcionario del Gobierno del Estado que encabezaba el Lic. Rodolfo Brena Torres.
El doble crimen espeluznante
Al otro día cuando llegó a ese domicilio otra de las hijas de doña Amira, la señora Patricia Tanús, descubrió el terrible cuadro, pues los cuerpos de las dos víctimas se encontraban en el baño en medio de una espeluznante escena ya que la sangre humana tiñó el piso las paredes y hasta el plafón del reducido espacio donde se supone fueron ahorcadas y acuchilladas con un furor inaudito. Ese día, primero de mayo, el lugar se vio invadido por policías, por peritos y el agente del ministerio público, así como nosotros, los reporteros del diario “Carteles del Sur” que alcanzamos a observar la escena que conservaba aun el penetrante olor a sangre humana que provocaba nauseas y espasmos de vómito. Sin embargo, casi estábamos acostumbrados a cubrir ese tipo de informaciones. La noticia la dimos a conocer hasta el día 3 de mayo, pues se atravesó el descanso del día primero que era fecha obligatoria de suspensión de labores.
Yerno e hija detenidos, como autores
Se hizo cargo de las investigaciones el director de la Policía Judicial del Estado, comandante Baraquiel Ortiz Legaria, pero posteriormente se supo a través de una enfermera amiga de la finada señora Amira, que ésta y el jefe policiaco mantenían una relación sentimental y que el individuo la extorsionaba e insistía en que le entregara una colección de monedas de oro que guardaba en la caja fuerte empotrada dentro del closet, por lo que las sospechas se dirigieron inmediatamente Baraquiel, quien poco después dejó la dirección de la Judicial y se largó por donde vino, ya que fue traído de fuera para hacerse cargo de la corporación policial. En su lugar entró don Heriberto Jiménez Cabrera, persona conocida en Oaxaca y que durante años tuvo cargos en el Gobierno del Estado.
El día 4 de mayo la Policía Judicial detuvo a la joven señora Patricia Tanús de Ortega, que fue quien primero descubrió lo sucedido y a su esposo Guillermo Ortega Castro, ambos muy jóvenes, señalándolos como responsables de lo ocurrido, pero también fue capturado el trabajador Esteban Sánchez Álvarez, tachándolo de cómplice.
Los hechos, una novela
Según declaración oficial de los tres detenidos, que dio a conocer la Procuraduría General de Justicia del Estado, todos aceptaron su responsabilidad diciendo que el móvil fue el robo de los valores que se guardaban en la caja fuerte. Que Guillermo y Esteban entraron a la casa utilizando las llaves que tenía de manera permanente la señora Patricia y ésta los esperó afuera, a bordo de un automóvil que utilizaba para su servicio; quedó asentado en el acta que los dos hombres entraron dirigiéndose al lugar donde estaba la caja fuerte, pero fueron sorprendidos por doña Amira a quien a golpes la obligaron a que abriera la caja. En ese momento llegó la otra hija, Lorena, a quien mataron con la pistola que llevaban y enseguida privaron de la vida a la señora Amira, usando tanto la pistola como cuchillos que tenían haciendo una carnicería. Enseguida arrastraron los cuerpos hacia el baño, el cual quedó totalmente manchado de sangre. Según el parte informativo después salieron y abordaron el auto Caribe donde los esperaba Patricia. Nunca se supo si se llevaron los centenarios y en donde los dejaron, puesto que no aparecieron.
Internados en la penitenciaría
Los detenidos que gritaban su inocencia fueron llevados a la penitenciaria central, quedando a disposición del juez segundo penal Lic. Víctor Hugo Enríquez Mendoza que, en base a la real o supuesta confesión, les dictó auto de formal prisión. En su declaración preparatoria el joven Ortega Castro negó rotundamente los cargos indicando que en el mes de noviembre del año anterior (1978) se casó con Patricia Tanús y que jamás aceptó el apoyo económico que le ofreció su suegra pues él era de recursos económicos limitados, pero trabajaba honradamente. Que pronto nacería su primer hijo.
¿Quién cometió los dos crímenes?
En medio de esa efervescencia por tratarse de personas conocidas en Oaxaca, llegaron hasta las oficinas de “Carteles del Sur” los señores Guillermo Ortega, padre de Guillermo Ortega Castro y el señor Tanús quien estaba divorciado de la señora Amira del mismo apellido, pues ambos eran descendientes de extranjeros que llegaron a Oaxaca desde el otro lado del mundo para hacer fortuna. Los atendí ya que me encontraba como director encargado del Diario y manifestaron que estaban convencidos que sus hijos nada tuvieron que ver en el doble crimen, que no existía prueba alguna en su contra y que la policía por salir del paso inventó todo lo que dio a conocer por lo que pedían ayuda del periódico. Les hice saber que los reporteros de nota policiaca ahondarían en el asunto puesto que había dudas a grado tal que nunca se nos permitió a los reporteros hablar con los acusados, para tener nuestro propio juicio. El caricaturista elaboró un cartón donde aparecía Ortiz Legaria cargando un gran “chivo expiatorio” que tuvo gran efecto, según supimos después.
Hasta el 8 de julio de 1980, poco más de un año de los sucesos, el mismo juez penal dejó en libertad a los detenidos, a quienes se les había responsabilizado del bestial crimen, sin ninguna explicación. La Procuraduría de Justicia del Estado se inconforma ante el Tribunal Superior de Justicia, pero la petición no prosperó pues los magistrados consideraron acertada la liberación y así se quedaron las cosas. Otro crimen que quedó impune y jamás se supo del paradero de Ortiz Legaria.
Asesinato del seminarista
Sin embargo la mala racha seguía pegando a la familia Ortega Castro y el 8 de junio de 1980, un mes antes que abandonaran la penitenciaría los acusados, ocurrió otro hecho que volvió a cimbrar a la sociedad: el párroco de San Juanito el italiano Francisco Cipriani, mató de un certero balazo al joven seminarista Carlos Daniel Ortega Castro, hermano de Guillermo de los mismos apellidos quien continuaba preso; el muchacho religioso contaba con 22 años de edad, un joven muy atractivo a los ojos del sacerdote, quien simplemente declaró que al revisar un viejo armario encontró una pistola y que al mostrarla al seminarista se disparó siendo tan certero el balazo que le pegó en el pecho, cayendo muerto instantáneamente. Con esa declaración y sin mayores investigaciones el italiano fue dejado en libertad, pero los mismos vecinos de San Juanito nos dieron a conocer que el crimen tenía un fondo muy oscuro por las tendencias del sacerdote quien de inmediato se fue para Italia sin que se volviera a saber de su paradero. Mientras en Oaxaca una familia sufría porque su hijo estaba preso acusado de atroces crímenes y simultáneamente lloraba la muerte del otro hermano que se preparaba para llegar a ser sacerdote. Todo un drama, que nos tocó reseñar paso a paso.