Agencias
Oaxaca, Oaxaca.- Las huellas de la familia García han quedado marcadas hasta Israel, donde el calzado del colectivo Ndavaa, llegó para satisfacer a cientos de clientes que reconocen la calidad y originalidad de los productos oaxaqueños.
Aunque nació hace 13 años y desde entonces se ha convertido en una fuente de empleo para decenas de familias de productores y artesanos del estado, el origen de este colectivo, conformado principalmente por mujeres, tiene más de 35 años, cuando Clara García y su esposo Germán empezaron a elaborar sandalias. Precisamente, explica Clara, Ndavaa significa “mi sandalia”, en zapoteco del Valle.
La mujer de 56 años cuenta que ella y su esposo se casaron muy jóvenes, pero no pensaron en cómo iban a lograr sacar adelante a su familia. Sólo concluyeron la educación básica, por lo que las oportunidades de trabajo eran escasas.
“Al principio vendíamos materia prima para curtir, como sal, lejía y leña. En ese entonces en el barrio de Jalatlaco, en la ciudad de Oaxaca, había muchos curtidores. En Ocotlán, Ejutla y Miahuatlán también había varias curtidurías y en todos esos lugares distribuíamos los productos”, recuerda.
La familia García obtenía aproximadamente 50 a 60 toneladas anuales de materia prima para curtir que se surtía en los municipios que circundan la ciudad; no obstante, la aparición y el uso del vinil propiciaron el cierre de curtidurías y con ello, el colapso de la fuente de trabajo de los García. Con el tiempo, los curtidores de piel quedaron desplazados.
“Se hacían mochilas, prendas, bolsas, pelotas y muchos objetos de cuero. El vinil era una opción rápida y mucho más barata de producir los mismos objetos, pero la decisión de usarlo dejó sin empleo a muchas familias que trabajaban distribuyendo materia prima para las curtidurías”, dice Clara.
Después de surtir el último pedido, la pareja se quedó con unas 40 toneladas de productos que ya no pudieron distribuir. Fue entonces cuando decidieron comenzar a curtir piel, elaborar huaraches y convertirse en la única familia del pueblo en dedicarse a la actividad. Era el año 1983.
Les tomó más o menos tres años aprender a curtir y elaborar calzado. Las ganancias alcanzaban apenas para los gastos de la casa y recuperar la inversión que se hacía en material y herramientas de trabajo. Más tarde, lograron destacar en la venta y elaboración de huaraches típicos que son usados por mujeres y hombres dedicados al campo. Los García empezaron a distribuir sus productos en otros pueblos como Tlacolula, además, viajaban a la zona Mixe para vender.
Pero en 1994, cuando sucedió la devaluación del peso frente al dólar, la crisis económica golpeó a artesanos, por lo que abandonaron sus oficios para emigrar. La huarachería García, que empleaba a más de 15 artesanos, quedó sólo con tres.
“Para nosotros vivir en un pueblo es difícil. Nos ha tocado batallar mucho porque vivimos en un sistema de ‘abusos y costumbres’, nos imponen dar servicios y mi esposo ha tenido que dar servicio por nueve años, sin ninguna paga”, lamenta.
Los múltiples cargos públicos de su esposo obligaron a Clara a hacerse cargo de su hogar y sus cuatro hijos que estaban en edad escolar. La situación provocó un declive en las ventas que duró todo un trienio. En tanto, la situación económica familiar hizo pensar a Germán en emigrar a Estados Unidos.
“Si mucha gente se está yendo y está saliendo adelante, por qué nosotros no, me decía… mis hijos lloraban para que su papá se quedara, mientras nosotros pensábamos cómo conseguir dinero para el viaje. Mis hijas, incluso, pensaron en abandonar la escuela”, relata Clara.
Sin poder conseguir el dinero suficiente para iniciar la travesía, Germán aplazó su partida. En su tiempo libre, Clara y Laura empezaron a experimentar con la creación de sandalias. El primer diseño alternativo al modelo tradicional, fue uno elaborado con semillas pintadas. En un día de venta, tres pares del mismo modelo fueron adquiridos por una diseñadora de modas, quien motivó a las jóvenes a seguir creando.
Decididas a reactivar el mercado y generar ideas innovadoras que distinguieran su iniciativa, Clara y sus hijas Laura y Graciela crearon Ndavaa, que poco a poco se dio a conocer por su originalidad y lograron ir colocando sus diseños en el gusto del público.
Después de usar las semillas en lugar de los cinturones de piel para formar las sandalias, las mujeres pensaron que podían implementar piezas que representaran a la cultura tangible del estado. Y eligieron hacerlo a través de los textiles.
Por la decisión de incluir bordados artesanales en sus diseños, Ndavaa da empleo directo a 16 familias que colaboran en el proceso de producción, desde cortar las piezas, bordarlas y coserlas. Además, colabora con la economía de 35 familias más, que se dedican a la producción artesanal en diferentes regiones del estado. Éstas producen los textiles, rebozos y piezas que conforman el calzado.
“La mayoría somos mujeres. Tratamos de contactar a las productoras a través de acuerdos de colaboración que buscan respetar los precios de producción y que, sobre todo, dan prioridad a los procesos naturales”, añade Clara. Además, en Ndavaa, muchos colaboradores fueron instruidos para desempeñar el oficio, pues no contaban con mano de obra calificada.
Gracias a ese empeño, cada par es único, pues las piezas se hacen manualmente. Actualmente, la producción de la huarachería alcanza los mil 200 pares mensuales, pero para variar la oferta de sus productos no se centra sólo en huaraches y sandalias, sino que también crean modelos de tenis, botas, botines, zapatillas y bolsas, creadas con procesos artesanales. Y lo más importante: los productos se fabrican con material biodegradable.
“Empezamos a hacer los tenis para responder a las necesidades de la gente, pues en temporada de frío no usan sandalias. Además, quisimos crear más productos de forma permanente y no afectar a la economía de los que dependen de ello”, afirma la artesana.
En todo el mundo
Además de las ferias artesanales en el país, Ndavaa ofrece sus productos en redes sociales, como Facebook, donde tienen más de 33 mil seguidores, e Instagram, donde comparten fotos de sus productos con más de 4 mil personas. Los precios oscilan entre los 300 pesos, para los huaraches clásicos, y hasta mil pesos para los pares más elaborados.
Fue durante la gestión del presidente Felipe Calderón Hinojosa, cuando el proyecto Ndavaa fue invitado a participar por primera vez a la Expo Artesanal, que se realiza en la Ciudad de México y brinda la oportunidad a artesanos de todo el país de mostrar sus productos. La empresa ha participado al menos en tres ocasiones en exposiciones del mismo tipo.
Luego, en 2011, la iniciativa ganó el premio nacional de Empresa Exitosa que otorga el Fondo Nacional de Apoyo a Empresas de Solidaridad (Fonaes). El premio puso en la mira del mundo a la empresa y ante ello, la embajada de Israel contactó a las representantes de la iniciativa para que asistieran a ese país a mostrar sus productos en 2012 y 2015.
Actualmente, la creatividad ha crecido a tal grado de contar con alrededor de 300 prototipos originales de pares de calzado.
Los modelos son ofertados también a través de opciones de venta como Mercado Libre y próximamente estos diseños, nacidos en una comunidad zapoteca, serán lanzados en la plataforma internacional Amazon.