Estados Unidos sigue siendo el sueño de los latinoamericanos que emigran de sus países de origen buscando una vida mejor, sin embargo, un número cada vez mayor toma como objetivo llegar y establecerse en México. En 2017 esa cifra se duplicó, llegando a 28.5% de los migrantes que llegan a este país, de acuerdo con la Red de Organizaciones Defensoras de los Migrantes (REDODEM).
En un informe presentado este martes, los activistas explicaron que este aumento se debe al panorama recrudecido que los migrantes encuentran delante y detrás de ellos: el endurecimiento de la política migratoria del presidente estadounidense, Donald Trump, les impide llegar al que una vez fue su objetivo; mientras en sus países de origen la violencia y la pobreza hacen que quedarse no sea una opción.
“Se está cerrando la frontera norte por la política de Trump y ellos se van a ciudades del norte con la esperanza de que más adelante se pueda abrir y ellos puedan entrar, porque muchos tienen familiares del otro lado”, explicó a Animal Político el sacerdote Arturo González, representante del Servicio Jesuita a Migrantes e integrante de la REDODEM.
El activista apuntó que las personas que llegan a México, aun cuando su objetivo original fuera Estados Unidos, se van quedando donde encuentran un trabajo, donde se sienten menos violentadas y seguras. Su decisión sobre el destino al que quieren llegar se va decidiendo sobre la marcha y muchas veces con poca información o rumores, “pero es lo que tienen”.
El informe ‘El Estado indolente: recuento de la violencia en las rutas migratorias y perfiles de movilidad en México’ de la Red refiere que de mayo a diciembre de 2017, el 65% de los migrantes que ingresaron a México quiere llegar a Estados Unidos; 28% quiere quedarse en territorio nacional; otro 6% dijo no saber su destino y el 1% iba de regreso a su país.
Respecto a los que declararon desconocer su destino, el padre González explicó que muchos no tienen un plan porque sólo quieren “llegar a algún lado”, a veces donde ya tienen algún conocido o familiar, pero con una certeza: no se pueden quedar en Centroamérica porque los van a matar.
“Platicando con una madre salvadoreña me decía ‘padre, prefiero que se me vayan, aquí me los van a matar. A lo mejor un día los vuelvo a ver pero que los vea vivos’”, relató el clérigo.