Aunque no ha propiciado afectaciones en la agricultura, el frío sí ha impactado negativamente en el precio que el consumidor final tiene que pagar por el kilogramo de jitomate rojo, que ligeramente empieza a escasear.
El descenso de la temperatura ocasiona que los tres meses que tarda el fruto en madurar se alarguen 15 días más, detalla Agapito Morales, productor de San pablo Guilá, en Santiago Matatlán.
Eso explica por qué en la zona de mayoreo la presencia de productores disminuyó hasta en un 60 por ciento.
La regla de la oferta y la demanda la conoce muy bien Itandehui Cuevas, productora de Zimatlan que cada lunes y jueves acude a vender tomate sobre el bordo del Río Atoyac, en la zona aledaña de la Central de Abasto.
“Hay tomate, pero rayado, como verde, porque no madura pronto por el frío, se va más despacio, la mayoría de gente quiere más maduro”, explica mientras muestra parte de las 60 cajas de verduras que trajo para vender.
El jueves pasado había traído un 50 por ciento más, es decir 94 cajas, muy similar a lo que trajo la semana pasada, pero muy por debajo de las 150 cajas de 20 kilos cada una que solía traer antes de que empezará a descender la temperatura ambiental.
“Si hay mucho tomate baja el precio, si escasea sube. El jueves estaba a 280 el de primera y ahora a 300 el de primera, el de cuarta a 240, porque es más pequeño”, dice.
Cuando hace el comparativo de precios, Hermila Hernández, otra expendedora de tomate al mayoreo sabe que de una semana a otra el precio escaló hasta en 50 pesos.
Para quien no tiene la paciencia de comparar, una caja con 20 kilos de tomate le puede costar hasta 320 pesos, pero Olivia Olivera, revendedora de fruta en Santa María El Tule tuvo suerte y encontró el mismo precio de la semana pasada.
La explicación la tiene Maricruz Martínez, quien prefirió rebajar la caja de tomate a 280 pesos “porque nadie lo quiere pagar a 300 pesos”. Aún así hay clientas que todavía le regatearon:
A 250 marchanta.
No se puede, vaya a dar la vueltecita y a ver cómo está.
No, nada más me voy a marear, ande a 270, quíteme algo.
No puedo, nosotros somos campesinos y sufrimos para sembrar.
Maricruz no cede, sabe que ha abaratado el precio de un producto fresco que por el clima ha aumentado su precio, pero prefiere rematarlo a regresar con la mercancía a San Pedro Martir Ocotlán, donde sería todavía más complicado venderlo.