El Papa Francisco apeló este miércoles “a la conciencia de todos” para que los niños sean siempre protegidos y su bienestar sea tutelado, de modo que no caigan jamás en formas de esclavitud, maltratos y reclutamiento en grupos armados.
Durante su tradicional audiencia de los miércoles, que presidió ante varios miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro del Vaticano, recordó que el próximo domingo se celebrará la Jornada Mundial de los Derechos de la Infancia y Adolescencia.
“Deseo que la comunidad internacional pueda vigilar sobre su vida, garantizando a cada niño y niña el derecho a la escuela y a la educación, para que su crecimiento sea sereno y miren con confianza al futuro”, añadió.
Poco antes, en su catequesis pública, el Papa instó a soportar pacientemente a las personas molestas, acto que calificó como una “obra de misericordia” que los fieles católicos deben vivir “sin soberbia y sin superioridad, sino con coherencia y humildad”.
Pidió recordar siempre que con la misma medida con la cual se juzga y soporta a los demás, también uno mismo sea juzgado.
Constató que todos son “muy buenos” para identificar una presencia molesta: en la calle o cuando se recibe un llamado, e inmediatamente se piensa: “¿por cuánto tiempo deberé escuchar los lamentos, los comentarios, las solicitudes y las jactancias de esta persona?”.
Sostuvo que, a veces, las personas fastidiosas son las más cercanas: algún pariente, un compañero de trabajo o un amigo. “¿Qué debemos hacer con las personas molestas?”, se preguntó. Y precisó: “Muchas veces también nosotros somos molestos para otros”.
“¿Hacemos un examen de conciencia para ver si también nosotros, a veces, podemos resultar molestos a los demás? Es fácil apuntar el dedo contra los defectos y los errores de otros, pero debemos aprender a ponernos en los zapatos de los demás”, añadió.
Según el líder católico, a menudo se encuentran personas centradas en las cosas superficiales, efímeras y banales, a veces porque no encontraron alguno que los estimulase a buscar otra cosa, a apreciar “los verdaderos tesoros”.
“Enseñar (a los demás) a mirar a lo esencial es una ayuda determinante, sobre todo en un tiempo como el nuestro que parece haber perdido la orientación y sigue las satisfacciones de corto respiro”, estableció.