Cientos de haitianos procedentes de Brasil hacen interminables filas en los módulos del Instituto Nacional de Migración de Tijuana, Baja California con la esperanza de pasar a Estados Unidos y pedir asilo político; son damnificados del terremoto que azotó a su país en 2010, huyen de la pobreza, el desempleo y la inestabilidad política y económica. Viven en tiendas de campaña, sin espacios ni suministro de agua potable para asearse, en condiciones de hacinamiento, son asistidos por organizaciones no gubernamentales que no se dan abasto y que exigen al Gobierno federal decrete cuanto antes una crisis humanitaria
Agencias
Desde el trágico terremoto que sacudió a ese país en el año 2010, Haití no ha podido recomponerse, y ante la inestabilidad política y económica, pero sobre todo la falta de trabajo, muchos haitianos han decidido migrar para poder garantizar mejores condiciones de vida.
Su primera opción fueron Brasil –donde trabajaron en las obras de los Juegos Olímpicos– y Ecuador. Pero con la crisis de ambos países, han decidido migrar hacia el norte.
Llegan a México, y muchos se hacen pasar por originarios del Congo, ya que esto les da un nivel de protección por parte del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur).
Baja California ha sido el estado mexicano que ha recibido a muchos de los migrantes. Al ser un estado fronterizo muchos de los que no logran el “sueño americano” adoptan al estado como su casa provisional, pero los gobiernos de Tijuana y Mexicali, las ciudades en donde la mayoría de los migrantes reside, tampoco tienen la capacidad o un plan para atender la crisis migratoria que se desata.
Desde mayo, la ciudad de Tijuana ha sido testigo de un flujo desmedido de inmigrantes que intentan cruzar la frontera y solicitar asilo político en Estados Unidos. Ni la comida ni los albergues son suficientes para asistir a estas personas, en su mayoría haitianos, que vienen desde Brasil y están en busca de oportunidades de trabajo.
Varios activistas han denunciado esta situación crítica que ya definen como una crisis migratoria, y advierten que el flujo de migrantes de sur a norte no va a disminuir.
En las últimas semanas, Tijuana ha sido escenario de un incremento inusitado de solicitantes de asilo provenientes de Haití y África pero también han llegado a la frontera más ocupada del mundo, huyendo de la violencia y la pobreza, cientos de mexicanos de los estados de Guerrero y Michoacán.
Los recién llegados han atiborrado los cuatro albergues para inmigrantes de la Ciudad pero lo más grave es que se han alojado sobre la banqueta de la entrada a Estados Unidos en la garita de San Ysidro donde permanecen día y noche, expuestos a las inclemencias del tiempo y -a veces- a los insultos de los residentes legales y ciudadanos estadounidenses que con visas o pasaportes hacen fila para pasar por la frontera.
Se alimentan de la comida que les llevan organizaciones religiosas o algunos tijuanense conmovidos por su inesperada presencia.
Algunos inmigrantes haitianos y africanos han logrado que Estados Unidos los admita y que puedan luchar por el asilo político dentro del país.
Una crisis que se agudiza
El padre Alejandro Solalinde, activista mexicano por los derechos de los migrantes advirtió recientemente que la crisis puede agudizarse, pues el gobierno mexicano sólo tiene un plan –limitado– para los migrantes connacionales que son deportados del vecino del norte, y que de no asumir el compromiso de ayuda humanitaria con nacionales e internacionales, el problema puede generar un costo altísimo para los migrantes.
Ya se ha constituido un “barrio haitiano”, según dio a conocer El Universal. Viven en tiendas de campaña, sin espacios ni suministro de agua potable para asearse, en condiciones de hacinamiento.
Del lado estadounidense, las autoridades migratorias daban 100 números por día para atender los pedidos de migrantes. Luego bajaron a 50. Ahora, dejarán de entregarse.
El gobierno estadounidense argumenta que no tiene capacidad de integrarlos. El secretario de Seguridad, Jeh Johnson informó que a partir del 22 de septiembre pasado se iniciarían las deportaciones y además no se entregarán permisos humanitarios para ingresar a territorio estadounidense.
Con la oleada de inmigrantes, en su mayoría haitianos, que vienen desde Brasil con la intención de cruzar a Estados Unidos y pedir asilo político, han sido las asociaciones civiles las que se han encargado de procurarlos y darles un techo y comida.
El comedor del Padre Chava, La Casa del Migrante y la Casa Madre Assunta son algunos de los albergues que llevan meses recibiendo a los inmigrantes que llegan en camión desde la frontera sur, aún cuando su capacidad está superada.
“Me dijeron que se bajan del camión que recorre el país desde Tapachula y lo único que dicen para pedir orientación es ‘Padre Chava’”, comentó en entrevista el padre Patrick Murphy, director de Casa del Migrante en Tijuana, quien también asegura que mucha de la información acerca de los procesos de migración se transmite a través de redes sociales.
Otro de los problemas a los que se han tenido que enfrentar las asociaciones es la barrera del lenguaje, aunque, según el director, varios hablan portugués y logran comunicarse aunque sea un poco.
Lo mismo ocurre con las autoridades, hace unas semanas uno de los módulos de migración comenzó a repartir citas con el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de EU, lo que provocó que más de mil personas se reunieran en el mismo lugar esperando a recibir su turno.
“No hay organización, las autoridades gritan en español, no hay gente que hable en francés, parece la torre de Babel”.
El desayunador del Padre Chava, el lugar de referencia que reciben los haitianos que llegan a México después de cruzar el continente, les ofrece comida y un lugar para dormir, pero el número de migrantes ha triplicado sus comidas desde hace cuatro meses.
Otros migrantes, con mejores oportunidades, han llegado a hoteles en el centro de la ciudad, pero las tarifas de estos han aumentado de manera exponencial desde que se presentó esta situación.
“Para fin de año estoy convencido que seguiremos con la misma crisis”, aseguró Murphy.
La situación lejos de mejorar, empeora. Según afirmó el padre, en Brasil hay entre siete y ocho mil haitianos que llegarán a tierras mexicanas en los próximos meses.
La principal preocupación de los albergues, además de no tener espacio suficiente, es que empiecen a brotar enfermedades y que las autoridades no los puedan asistir con este otro problema.
“Es un milagro que después de tal recorrido no lleguen más enfermos, no pasa de una tos o un resfriado”.
El activista de los derechos humanos para los migrantes, el padre Alejandro Solalinde, también se ha unido a la causa de los migrantes, organizando una protesta para exigir a las autoridades de Estados Unidos que le concedan la entrada y el asilo político a estas personas que están varadas y, muchos de ellos sin recursos, en Tijuana.
Los migrantes haitianos se suman a los cubanos –los únicos que acceden a la condición de refugiados rápidamente–, mexicanos y centroamericanos. Estos dos últimos son perseguidos, criminalizados y los que lograron afincarse son los trabajadores más explotados entre los explotados en el gigante del norte.
Crisis humanitaria
Un grupo de alrededor de 300 haitianos, entre ellos varias mujeres y niños, durmieron a la intemperie, frente a un albergue y junto a un módulo del Instituto Nacional de Migración (INM), ante la imposibilidad de que las organizaciones de apoyo a los indocumentados les proporcionaran un techo, debido a que todos están saturados por la llegada de haitianos que viven en Baja California desde hace varios meses y que a la fecha suman alrededor de 8 mil, quienes busca asilo en Estados Unidos.
Organizaciones no gubernamentales de apoyo a migrantes exigieron al gobierno federal que decrete una crisis humana y apoye con la manutención de todos los implicados que se alimentan y duermen en distintas casas y comedores públicos.
El gobernador del estado, Francisco Vega de Lamadrid, informó que cada haitiano está costando a Baja California entre 150 y 200 pesos diarios, sin que la Federación intervenga para atender esta problemática.
El mandatario panista dijo que ya se reunió con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y que hará lo propio con la titular de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, para buscar una solución al tráfico de los haitianos hacia territorio estadunidense. Desde marzo de este año, el INM ha proporcionado permisos a cientos de indocumentados que llegan a Tapachula y que dicen venir de países africanos.
Los otros migrantes
En esta crisis migratoria no solamente están involucrados haitianos sino también otro grupo de ciudadanos mexicanos originarios de los estados de Guerrero y Michoacán que también buscan asilo político en Estados Unidos y que se han instalado en el puente del Chaparral, en las inmediaciones de la garita de San Ysidro.
Son casi 300 mexicanos quienes también duermen a la intemperie algunos fines de semana y a la espera de ser recibidos en audiencia por las autoridades migratorias del vecino país.
El alcalde de Tijuana, Jorge Astiazarán Orcí, los ha desestimado con el argumento de que se trata de personas que viven en esta ciudad de Baja California y que como ven que Estados Unidos está abriendo la puerta a los haitianos, ellos quieren aprovechar para ver si consiguen también cruzar legalmente la frontera.
El periplo de estos haitianos empezó el 12 de enero de 2010, cuando un sismo de más de 7 grados, con epicentro en Puerto Príncipe, mató a 316 mil personas, dejó heridas a 350 mil y un millón y medio se quedaron sin hogar.
Meses después, Brasil les abrió las puertas y recibió a 43 mil 700 refugiados, en un contexto económico y social muy distinto al actual. Les ofreció trabajo en las construcciones para las olimpiadas, al terminar las obras eran despedidos, no tuvieron otro camino que cruzar el continente, llegar a México hasta alcanzar Tijuana, la última frontera para ingresar a los Estados Unidos.
Desde el terremoto que azotó a su país, lo que han vivido es un constante calvario.