Desde noviembre de 2013, el país asiático vive envuelto en una jornada de intensas protestas sociales, la disolución del Parlamento, unas elecciones anticipadas que fueron anuladas, la destitución de integrantes del gobierno y ahora la declaración de la ley marcial. La violencia ronda a Bangkok donde dos grupos se disputan de manera encarnizada el poder
RodionEBBIGHAUSEN/ Hilary WHITEMAN
Los acontecimientos políticos de Tailandia siguen las reglas de la tragedia clásica. El país se debate en una lucha de poder de dos bandos antagónicos que no están dispuestos a transigir.
Desde hace meses, una crisis sigue a la otra: manifestaciones masivas, disolución del Parlamento, elecciones anticipadas anuladas, destitución de partes del gobierno por decisión del Tribunal Constitucional. Cada presunta solución no ha hecho sino adentrar aún más al país en el callejón sin salida.
El ejército impuso la ley marcial. Ahora puede censurar la prensa. Diez estaciones privadas de televisión con agendas políticas han sido acalladas. Además, los militares están facultados para realizar allanamientos sin orden judicial, imponer toques de queda, prohibir manifestaciones, detener sin orden de arresto a sospechosos y retenerlos siete días sin presentar cargos en su contra.
El jefe del Ejército, Prayuth Chan-Ocha, subraya al mismo tiempo que no se ha llevado a cabo un golpe militar. Afirma que sólo se trata de resguardar la ley y el orden. El gobierno provisional sigue en funciones.
Independientemente de los motivos velados de los militares y de la discusión académica sobre si se trató o no de un golpe, resulta claro que el modelo de democracia de Tailandia ha vuelto a fracasar.
Desde 1947 se han producido en el país 18 golpes militares. La Constitución democrática ha sido reformulada continuamente. Tailandia carece de una cultura democrática. El país está dominado por estructuras feudales. Sectores influyentes de las élites políticas no aceptan las elecciones como medio de expresión de la voluntad política. Instituciones como la Justicia no son independientes, sino que están profundamente involucradas en las luchas de poder. La libertad de prensa está fuertemente restringida. La ley de lesa majestad prohíbe la libre expresión de opiniones relativas a la Casa Real, de gran influencia política, y se utiliza continuamente para silenciar a los opositores. En la política tailandesa con frecuencia se intenta neutralizar a los adversarios en lugar de vencerlos en una competencia leal. En consecuencia, los bandos son irreconciliables.
En suma, ninguno de los pilares importantes para una democracia es sólido: ni las elecciones libres ni el principio de las mayorías son reconocidos; la oposición no es respetada; la Constitución se reformula permanentemente y la libertad de opinión se ve amenazada.
Los últimos acontecimientos son trágicos, porque casi nadie en Tailandia está a favor de que gobiernen los militares. Menos que nadie el ejército, porque sabe que no está en condiciones de administrar un Estado moderno. Los militares también tienen claro que no pueden resolver los problemas políticos.
Para que pueda producirse el nuevo comienzo político que se necesita con urgencia, debe superarse primero la mentalidad que divide a la gente entre amigos y enemigos. Pero esto no se podrá lograr con las actuales élites. La mejor oportunidad para Tailandia radica en un cambio generacional, siempre y cuando la próxima generación no haya perdido por completo la fe en la democracia.
Despertar bajo la ley marcial
Eran las tres de la mañana del martes 20 de mayo en Tailandia. Probablemente nadie estaba despierto.
Pero el jefe militar del país eligió esa hora para aparecer en el Canal 5, manejado por el Ejército, para declarar la ley marcial en todo el país.
“Esto no es un golpe de Estado”, dijo el general Prayuth Chan-Ocha horas antes de que la mayoría de la gente despertara a un nuevo orden público, con soldados en las intersecciones y tanques en las calles.
El Ejército tailandés declaro ley marcial (un estatuto de excepción de aplicación de las normas legales ordinarias) para tomar el control y garantizar la seguridad en un país con profundas divisiones políticas, dos semanas después de que el Tribunal Constitucional del país destituyó del cargo a la primera ministra, YingluckShinawatra, y a nueve ministros de su gabinete.
El viceprimer ministro y ministro de Comercio, NiwatthamrongBoonsongpaisan, fue nombrado como primer ministro interino.
Niwatthamrong no ha sido destituido de su cargo, aunque uno de sus ayudantes, que pidió no ser identificado, dijo que el Ejército no consultó al gobierno para imponer la ley marcial.
“Tenemos que observar y ver si lo declarado por el jefe del Ejército es de buena fe”, dijo el funcionario, quien calificó los acontecimientos de esta madrugada como “un golpe de Estado a medias”.
Más tarde el primer ministro interino emitió una declaración sobre la imposición de la ley marcial:
“Con referencia a la declaración del Ejército Real de Tailandia de la ley marcial para mantener el orden y devolver la tranquilidad al país, el gobierno desea lo mismo para la paz nacional, y espera que la ley marcial se imponga a través de los medios pacíficos y la igualdad, sin violencia ni discriminación y en el marco del Estado de Derecho y el imperio de la ley que está de acuerdo con la política actual del gobierno”, dijo Niwatthamrong.
Larga historia
Los habitantes de Tailandia están familiarizados con los golpes de Estado. El país ha enfrentado al menos 18 golpes militares reales e intentos desde que se convirtió en una monarquía constitucional, en 1932.
El último fue en 2006, cuando el Ejército envió tanques a las calles antes de expulsar el entonces primer ministro, ThaksinShinawatra, hermano de Yingluck, que ahora vive en el exilio para evitar una condena por corrupción que, afirma él, tiene motivaciones políticas.
Los partidarios de Thaksin, conocidos como camisas rojas, también se han unido en torno a Yingluck, y acusan que su derrocamiento es un “golpe judicial”. El movimiento en contra del gobierno incluye a los camisas amarillas.
Pocas horas después de declarar la ley marcial, el general Prayuth anunció que dirigirá un nuevo grupo de trabajo de seguridad, el Centro de Comando de Resguardo de la Paz, que incluye a jefes de la armada, la fuerza aérea y la policía nacional.
Los soldados fueron enviados a hacer guardias en las estaciones de televisión. Las estaciones de radiodifusión, incluidos 10 canales de televisión por satélite, recibieron la orden de cerrar “para asegurar que la información se distribuya con razón y para evitar las distorsiones”.
Las imágenes publicadas en las redes sociales mostraron soldados que patrullan las calles de Bangkok.
Camino a la violencia
La medida del general Prayuth de imponer la ley marcial no es sorpresiva, escribió SaritdetMarukatat, editor digital del Bangkok Post. El jefe del Ejército advirtió la semana pasada que sus fuerzas podrían verse obligadas a actuar para poner fin a las protestas violentas.
“El país se encamina hacia un posible choque sangriento entre los dos campos, sin dejar opción para el comandante del Ejército, sino tratar de prevenirla. Como general, sólo tenía dos opciones: un golpe militar o la ley marcial», escribió Marukatat.
Sin embargo, SunaiPhasuk, de Human RightsWatch Tailandia, dijo que la situación en el país aún no había justificado la intervención del Ejército.
“No hay ninguna prueba concreta de que la situación en Tailandia está fuera de control en la medida en que la ejecución de la ley marcial sea esencial. Con la aplicación de la ley marcial, el Ejército da un paso más hacia la toma del poder por completo de la administración civil”.
ThitinanPongsudhirak, profesor de ciencias políticas, dijo que la declaración de la ley marcial en Tailandia rompió el punto muerto entre las partes en conflicto, y el Ejército está ahora en una posición para mediar en una posible resolución.
“Hemos estado paralizados en Tailandia ya que por un lado tenemos a los manifestantes a favor de la sustitución del gobierno, y por otro lado tenemos un gobierno provisional que se niega a renunciar”, dijo.
«Si el Ejército puede desempeñar un papel mediador en la búsqueda de un compromiso que satisfaga a todas las partes, entonces podemos encontrar una manera de salir de esta crisis. Pero si no es así, si el Ejército tiene un papel partidista, entonces podemos ver mucho más crisis en Tailandia», advirtió.