El presidente Barack Obama advirtió, tras reunirse con líderes de las fuerzas del orden, que “la ventana” para aprobar una reforma migratoria se está estrechando, y solo quedan “dos o tres meses” antes de que se cierre por completo con la llegada de las próximas elecciones legislativas de noviembre.
El Presidente quiso así dar un empujón más al debate migratorio, y llamó de nuevo a los republicanos de la Cámara de Representantes a que sometan a voto el proyecto de ley bipartidista que ya fue aprobado por el Senado hace un año, o bien la versión similar redactada en la Cámara Baja.
Obama insistió en su reunión en que la seguridad fronteriza es una prioridad para su Gobierno dentro de los parámetros que deben conformar el nuevo sistema migratorio estadounidense.
Raúl Coviano
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, instó al Congreso a que apruebe con celeridad una reforma integral del sistema de inmigración, que él viene prometiendo desde 2008 y considera pieza clave de su legado.
“No hay razones para que el Congreso no pueda hacer esto antes del fin del verano”, aseguró Obama en un discurso en el Salón Este de la Casa Blanca, horas antes de que el Senado iniciara el debate formal de la iniciativa.
“Mi Administración ha hecho lo que ha podido por nuestra cuenta. El Congreso necesita actuar”, enfatizó Obama, rodeado por líderes políticos, empresariales, sindicales y policiales, así como por estudiantes indocumentados.
Expertos coincidieron en que la reforma migratoria será algo definitorio en su mandato hasta 2017.
La reforma migratoria “tiene el potencial de ser una piedra angular del legado del presidente Obama.
Al sacar de la sombra a millones que aspiran a ser ciudadanos estadounidenses, la reforma revitalizará a la nación, fomentará el crecimiento económico y reafirmará el compromiso de este país con la inclusión social y la oportunidad”, explicó Anna Galland, directora ejecutiva del grupo progresista MoveOn.org.
Maribel Hastings, asesora ejecutiva de America’sVoice, señaló que a ambos partidos les conviene la reforma, y los republicanos, en particular, no olvidan la impronta que dejaron los votantes hispanos en las urnas en 2012.
“En el caso de los republicanos, vemos cómo algunos incluso apoyan la vía para la ciudadanía, que antes de las elecciones rechazaban. Los demócratas también tienen mucho en juego porque no quieren perder el apoyo latino, pese a que bajo la Administración Obama se recrudecieron las deportaciones”, señaló Hastings.
“Los latinos apoyaron a Obama en 2012 con la idea de que, ahora sí, en su último mandato, se concrete la promesa que hizo en 2008… El Congreso es el que hace las leyes pero acá se juega parte de su legado, y pasaría a la historia como el presidente que promulgó la primera gran reforma en casi tres décadas y no como el que más indocumentados deportó», enfatizó.
Algunos grupos progresistas reprochan a Obama que su Gobierno ha deportado a más de 1,6 millones de extranjeros desde 2009, más que su antecesor, el republicano George W. Bush.
Pero Obama ha buscado aliviar la situación de quienes esperan la
Reforma y ha centrado sus esfuerzos en la expulsión de extranjeros con antecedentes criminales o que suponen una amenaza a la seguridad nacional, aunque activistas proinmigrantes han denunciado que también se deporta a personas sin registros policiales.
En agosto pasado, su Gobierno puso en marcha la Acción Diferida, que suspende temporalmente la deportación de estudiantes indocumentados que llegaron a EE.UU. cuando eran menores.
A estos jóvenes se les conoce como «soñadores» («Dreamers»), posibles beneficiarios del «DreamAct», que fracasó en 2010 por falta de consenso, pese a que los demócratas aún controlaban ambas cámaras del Legislativo.
El pasado 29 de enero, durante un acto en Las Vegas (Nevada), Obama delineó los principios de una reforma migratoria, que forman parte de la iniciativa que se analiza en el Senado.
Entre esa fecha y hoy, Obama ha hecho unos 14 discursos, reuniones públicas y privadas, y entrevistas a favor de la medida, para convencer a la opinión pública de que se trata de un «imperativo económico».
Sin embargo, su promesa afronta trabas en el camino, en concreto de conservadores que se quejan de que la reforma es una «amnistía inmerecida» para quienes cruzaron ilegalmente hacia EE.UU.
Grupos conservadores, entre estos la Fundación Heritage, realizan su propia campaña en contra de la reforma, arguyendo que EE.UU. aún no se recupera de la crisis y que la prioridad debe ser la creación de empleos para los estadounidenses.
Entre otros elementos, lareformaante el Senado permitiría la legalización de once millones de indocumentados; reforzaría la vigilancia fronteriza; establecería un programa de «trabajadores huéspedes» y reformaría todo el sistema de visas por vínculos familiares o laborales.
La medida tendrá que armonizarse con la que apruebe la Cámara de Representantes, que presentará su propia versión en cuestión de semanas.
La reforma migratoria cuenta con el apoyo de una vasta coalición de grupos cívicos, religiosos, empresariales, sindicalistas y policiales, que han acompañado los esfuerzos de Obama desde su primera campaña electoral en 2008.
Ese año, Obama prometió la reforma migratoria y se convirtió en el primer presidente negro en la historia de EE.UU. gracias en parte al 67 % del voto hispano. Durante las primarias y para afianzarse entre los conservadores, Romney recetó la «autodeportación» de los indocumentados y, aunque rectificó después, para entonces la mayoría de los hispanos le había dado la espalda.