** Después de dos décadas, se desconoce quién mandó matar al ex candidato presidencial del PRI; los mexicanos siguen en espera de una explicación sobre el magnicidio
Víctor Chávez
Especial para Real Politik
MÉXICO DF.- Los deliberados errores en las investigaciones iniciales y las complicidades al más alto nivel pusieron en duda a toda la clase política priista y hundieron la credibilidad del sistema de justicia mexicano.
Hoy, a 20 años del magnicidio en Lomas Taurinas, la sociedad mexicana permanece aún aturdida por la desesperanza y en espera de una explicación que nunca llegará.
Aunque desde aquel 23 de marzo de 1994, en lo que hoy es la Plaza de la Unidad y la Esperanza, en la colonia Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, cayó el sonorense, quien era el candidato del PRI a la Presidencia de la República, abatido por las balas de la sinrazón, de la injusticia y de la impunidad, hoy para el priismo está descartada cualquier verdad.
Hoy, su paisano, Manlio Fabio Beltrones, entonces gobernador de su estado, Sonora, y quien sólo fue identificado como aquel famoso “octavo pasajero” en el avión que transportó al presunto disparador y asesino, Mario Aburto, se lamenta:
“El asesinato de Luis Donaldo Colosio, hace 20 años, consternó a la República entera y a la clase política en particular. Muchos vieron en ese momento que no nada más se extinguía la vida de un gran mexicano como era Luis Donaldo Colosio, sino que también se perjudicaba y se ponía en duda la vida política de muchos otros más”.
Precisa que “sólo aquellos que en su recuerdo han sabido abrevar sobre la necesidad de tener un México distinto, son los que han permanecido en la lucha política dentro del PRI, sobre todo. A 20 años de distancia, todos sus amigos lo seguimos extrañando”, asegura el hoy legislador federal de carrera.
-¿Es un caso cerrado o prevalecen las dudas en torno a lo que ocurrió?
-La verdad es que los errores desde el momento del acontecimiento fatal, hicieron después que las investigaciones por más sólidas que estas aparecieran, sobre todo la del último fiscal encargado de esa investigación, no convencieran a la totalidad de los mexicanos.
Por ello –añade- “de lo que sí estoy convencido es que debemos procurar -haciendo política, dialogando, negociando y evitando posiciones radicales- que volvamos a vivir un momento tan trágico como ese”.
Aunque para muchos, en aquel 1994 y meses antes, cuando fue postulado como candidato era poco creíble su voz fuerte en contra del sistema que lo impuso, Colosio criticó valientemente al presidencialismo, cuando el gobierno estaba en poder del Partido Revolucionario Institucional y tenía muy claro los grandes retos que tendría en su propio gobierno de justicia y bienestar del México de los pobres.
Hoy, a 20 años, esas ideas siguen vigentes. Colosio siempre se opuso a los saltos al vacío, por ello postuló:
“Ofrezco un cambio con rumbo y responsabilidad, con paz y tranquilidad”.
Luis Donaldo siempre sostuvo que de ganar la Presidencia de la República “sería sin la concesión al margen de los votos ni al margen de la ley”.
Por eso se creía, entre algunos, que Colosio era un hombre que buscó transformar la política para poder cumplir a los mexicanos. Hoy vemos que la clase política da la espalda a la gente, pues seguimos sin la reforma del poder público y político.
Decían que buscó cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción, a la voracidad galopante y a la impunidad, males que han aumentado lamentablemente sobre todo en algunas regiones del norte del país.
Sed de justicia
Hoy, otro de los hombres más cercanos a Colosio, su ex secretario particular Alfonso Durazo Montaño, rememora agudo, con coraje y nostalgia:
“El asesinato político era la muestra más clara de la descomposición del sistema. Me venía seguido a la memoria su dicho sobre lo que pesa el morral… El tiempo me reunió con Luis Donaldo Colosio Riojas, el hijo del candidato. Nos unió una visión: “Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades, o por la arrogancia en las oficinas de gobierno”.
Recuerda que “eran las palabras del candidato Colosio el 6 de marzo, que bien podrían haber sido puestas en boca de mi padre. En México, la verdad oficial no coincide con la realidad. A Colosio lo mato un asesino solitario; Maquío murió en un accidente automovilístico”.
Hoy –dice- a 20 años del asesinato de Colosio y a 25 años del fallecimiento de Maquío, lo más triste es que sigo viendo “Un México con hambre y sed de justicia”.
Después de 20 años de aquella tragedia que sacudió al país, recordamos a Colosio cuando la crisis económica, social y política nos impacta en todos los rincones del país, en los que prevalece la inseguridad pública y social, el desempleo, la pobreza, la inequidad y la injusticia.
“Nos han visto la cara”
Le preguntamos a la académica y politóloga Guadalupe Loaeza: ¿Quién cree que mató Colosio?
“No, nadie sabe”, dice, pero ella misma se cuestiona de inmediato: ¿Pero cómo que nadie sabe? Pues ¿en qué país vivimos? ¡En el de la impunidad! No. Me niego a creer que después de 20 años de que Colosio fuera asesinado todavía nadie sepa quién lo mató.
“Pero, insisto, ¿en qué país vivimos? Y vuelvo a recordar: en uno donde reina la impunidad. Entonces, los mexicanos, ¿nunca vamos a saber quién mató a Colosio? ¡Híjole, cómo contestar! Tengo la impresión que en este siglo no vamos a saber quién fue el verdadero responsable, pero quizá en el siguiente sí.
“Pero ¿tendremos que esperar muchos años más para saber quién fue el que mandó matar a Luis Donaldo? ¡Qué locura! ¡Me parece imposible! Apuesto a que más pronto terminaremos por saber quién fue el responsable intelectual. El país ha cambiado muchísimo y ahora los mexicanos nos rehusamos, absolutamente, a que nos sigan dorando la píldora. En otras palabras, ya no estamos dispuestos a que continúen viéndonos la cara. ¿No nos la han visto a lo largo de demasiados años?”.
