Don Juan Manuel, figura en el Libro de los Grandes Maestros, por sus creaciones en plata: La Carroza de Juárez, El Nacimiento, El Danzante, El Caballito, El Labriego, azucenas, coronas, Las Chinas Oaxaqueñas
José HANNAN ROBLES
Fotos: Jairo ARAGÓN
Las piezas especiales de orfebrería en plata de Juan Manuel García Esperanza, son únicas, cuya técnica se ajusta fielmente a la de la familia García Esperanza.
Don Juan Manuel, figura en el Libro de los Grandes Maestros, por sus creaciones en plata: La Carroza de Juárez, El Nacimiento, El Danzante, El Caballito, El Labriego, azucenas, coronas, Las Chinas Oaxaqueñas, entre otras que son verdaderas obras de arte realizadas en plata.
Elaboró la corona de la Virgen de Guadalupe, que se encuentra en el santuario dedicado a la Reina de México, en la parte norte del Paseo Juárez.
Sus creaciones son totalmente hechas a mano, con una amplia experiencia que data de más de 60 años.
De niño, aprendió los rudimentos de la orfebrería mientras veía el trabajo en oro y plata que hacía el orfebre Heliodoro Bautista, con quien lo llevó su papá don Luis García Feria, para que aprendiera este arte.
“Aquí te traigo carne no huesos”, un dicho de aquellos tiempos, le dijo su progenitor al dueño de la joyería, recuerda.
Como en esa época prevalecía la obediencia en los hijos no tuvo otra alternativa que asistir al taller para aprender la orfebrería. En sus tiempos libres, él y su hermano ayudaban a su padre en la huerta que tenía en el barrio de la Noria, donde nació el 24 de junio de 1943.
Experimentando, el futuro artista de la orfebrería, se cortó, se quemó y sentía frustración cuando no aprendía con rapidez las técnicas de este oficio. “Pero en ninguna otra escuela hubiera aprendido tanto”, refirió.
Cuando el dueño del taller se iba a comer, ellos se quedaban para elaborar aretes de plata “para así cuando el maestro nos dijera ahora sí hagan su trabajito ya supiéramos. Cuando vio nuestra obra, lo recuerdo como si hubiera sido hace poco tiempo, no le gustó y, nos expresó: ahora vayan ustedes a venderlo para que sepan lo que se siente cuando los compradores alegan que el trabajo no les gustó”.
Jamás habíamos ido a vender a una joyería, cuando regresamos nos preguntó cómo nos había ido, y nosotros con emoción le dijimos que querían más piezas iguales.
“Aparte de aprender, hay que buscar sobresalir, esto aunado con la honradez y la puntualidad garantizan el éxito”, sentenció.
En ese tiempo el gramo de plata costaba 15 centavos, hoy se cotiza en 12 pesos; el oro se comercializaba en 16 pesos el gramo, actualmente vale alrededor de 600 pesos.
En las joyerías nos regateaban el precio de nuestras piezas, los dueños nos decían llévenlo a otra joyería si no se las compran me las traen, cuando regresábamos nos pagaban menos de lo que nos habían ofrecido con anterioridad.
Con la venta de sus piezas puso con su hermano su tallercito, los patrones les daban medio kilo de oro y, les pedía que les elaborara cierto número de piezas de un mismo estilo, pagándoles en abonos lo que impedía que progresaran porque el dinero no les lucía.
Rememora que cuando empezaron a trabajar oro las dueñas de carnicerías les compraban medallones, grandes aretes, que con anticipación les encargaban.
Sus manos de orfebre buscan trabajar con dimensiones creativas, únicas, traspasando las técnicas de la orfebrería.
De espíritu amable, a la fecha ha recibido varios premios con su obra que se niega a vender “porque mi intención es dejarles a mis hijos una herencia, para que cuando ya no esté recuerden que esto lo hacía mi padre”,
Como cualquier persona estoy motivado por el ego, el deseo de perdurar o dejar una huella, comenta.
Sus obras han participado en diversas exposiciones, pero únicamente las confía a asociaciones o personas serias que garanticen que se las van a devolver.
Ha recibido ofertas para viajar a Estados Unidos a exponer su trabajo, pero confiesa que le tiene terror viajar en avión.
Su hijo, que comparte el mismo taller, también ha obtenido importantes premios, a diferencia de él ha vendido sus obras, no obstante que le ha recomendado que no lo haga para que forme su acervo.
Juan Manuel García Esperanza mostró su ilusión porque las autoridades abran un espacio para los artesanos, y puedan mostrar al mundo, a través del turismo, las obras de arte que se realizan en Oaxaca, cuando menos en Semana Santa, Los Lunes del Cerro y en las fiestas navideñas, además de que se formen nuevas generaciones de orfebres oaxaqueños.
Fomenta las tradiciones
Don Juan Manuel es aguerrido defensor de las tradiciones de Oaxaca, cuando menos ganó 18 primeros lugares en el concurso de la Noche de Rábanos.
Hacedor de monos de calenda, participó en el Primer Encuentro Continental de la Pluralidad celebrado en la Ciudad de México en 1992.
Cada 1 de noviembre organiza la tradicional comparsa de Día de Muertos, transportando en un carruaje la representación de la muerte, confeccionada de manera artesanal.
Hace aproximadamente 25 años, Juan Manuel García Esperanza y su familia iniciaron la tradición de instalar uno de los nacimientos más grandes de la ciudad, probablemente el más grande, en su casa ubicada en Vega 305, entre las calles de Fiallo y Melchor Ocampo.
La representación del nacimiento del Niño Jesús, que se encuentra de forma permanente, pero cada mes de diciembre es remozado, cuenta con miles de figuras adquiridas por don Juan Manuel a lo largo de 25 años.
Tiene pequeñas construcciones, puentes, bardas, palacios, que recrean la ciudad de Jerusalén.
Recordó cuando se iba días enteros al Mercado de Abasto en busca de figurillas para su nacimiento, fue así como logró reunir miles que actualmente lucen en su Belén.
Al preguntarle sobre sus proyectos, expresó: “tenemos tantas cosas que no nos da tiempo hacerlas, porque la vida es muy corta; yo quisiera hacer tantas cosas que no me da tiempo”.
Si fuera adinerado, manifestó, “quizá pienso así porque no lo soy”, llevaría a los pueblos despensas para la gente más pobre, sobre todo en el mes de diciembre cuando todo es alegría, reuniones familiares, y los más pobres no pueden disfrutar del nacimiento del Niño Jesús o de la noche de año viejo”.
Reiteró a las autoridades, sobre todo a las relacionadas con el turismo, a que concedan un espacio a los creadores de filigrana oaxaqueña, que elaboran verdaderas obras de arte, que en su gran mayoría no se dan a conocer.
Así como para que investiguen, a fin de que las tradiciones se apeguen en lo posible a su originalidad, pues algunas costumbres han cambiado.