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La enfermería no es una profesión, sino una vocación

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Ver expirar a un familiar o a un paciente y no poder hacer nada para evitarlo, nos deja muchas enseñanzas afirma la enfermera Irene Eva Enríquez Aguilar

 

José HANNAN ROBLES

Fotos: Jairo ARAGÓN

Foto 1Diariamente se pone a prueba el profesionalismo y las ganas de continuar en esta labor, que más que una profesión es una vocación, expresa Irene Eva Enríquez Aguilar, quien lleva más de 31 años ejerciendo la enfermería.

Actualmente es jefa de enfermeras del Hospital Aurelio Valdivieso, cuenta con licenciatura en enfermería y cursa la maestría en administración de hospitales.

Entrevistada con motivo del Día de la Enfermera y el Enfermero, que se celebró el pasado 6 de enero en México, a raíz de que el médico José Castro Villagrana, así lo instituyó en 1931 cuando era director del Hospital Juárez de México, al considerar que las enfermeras eran un regalo de reyes para los pacientes.

También hay otra versión respecto a esta fecha, la razón, se dice, es porque en 1938 se realizó la primera Convención Nacional de Enfermeras, misma que tuvo lugar el 6 de enero, en la cual se propuso y aceptó festejar el Día de la Enfermera en México, esa misma fecha.

A nivel mundial se celebra el 12 de mayo el Día Internacional de la Enfermería, como el aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, considerada como la fundadora de la enfermería moderna.

 

Hay que tener vocación para ser enfermera

Para ser enfermera o enfermero hay que tener vocación. Si volviera a nacer volvería a estudiar enfermería, señala la entrevistada.

La única y más grande recompensa en este trabajo, es ver cuando alguien deja el hospital porque está en proceso de curación, cuando nace un niño en buenas condiciones de salud, y la mamá queda bien; cuando un paciente después de una cirugía reacciona o cuando un enfermito de oncología logra su curación. Una sonrisa, un gracias, es el mejor pago de las extenuantes jornadas laborales de una enfermera, sostiene Enríquez Aguilar.

Pero también hay momentos de tristeza, de impotencia, de querer llorar junto con los familiares cuando reciben la noticia de que su consanguíneo falleció.

Ver expirar a un familiar o a un paciente y no poder hacer nada para evitarlo nos deja muchas enseñanzas.

Percibir que se le va la vida, hace que uno se sienta impotente a pesar de saber que la vida tiene un ciclo, y por tanto tiene que terminar, eso nos cala, nos deprime de momento.

Calificó como de mayor impacto cuando muere un niño con toda una vida por delante. Hay situaciones, como los niños que padecen cáncer, que no se puede hacer mucho, dijo.

Lo más doloroso es saber el tiempo que les resta de vida; lo que no se puede revelar a los familiares, es un doble sentimiento porque aunque se conozca el pronóstico no se puede comunicar a la familia, que tiene una esperanza.

También es muy doloroso ver partir a los abuelos, a pesar de que hayan cumplido su ciclo de vida.

El profesional de la enfermería tiene, dentro de sus funciones, la de ayudar a los seres humanos a enfrentar este paso de transición de la vida a la muerte, tanto de los que padecen una enfermedad, como de los seres queridos que los rodean.

Aunque pareciera que a los médicos, sobre todo a las enfermeras, ver morir a los pacientes que atienden, fuera un acto común de trabajo, desprovisto de sentimientos, no es tan fácil.

En lo personal, dice la jefa de enfermeras del Hospital Aurelio Valdivieso, no le ha tocado dar a los familiares la noticia de la muerte de su consanguíneo, ya que generalmente eso corresponde al médico o al área de trabajo social, pero ha sido testigo que cuando reciben la infausta noticia, algunos se quedan sin habla, otros lloran en forma desesperada por el dolor tan espantoso que sufren, contagiando al personal su dolor.

La relación profesional entre un médico o una enfermera y su paciente, tiene características muy especiales que la diferencian de la relación de otros profesionales.

Existen enfermos soeces, muy difícil de tratar con ellos a pesar de que se busca comprender y entender su proceso de enfermedad, comenta.

Sostiene que la reacción natural de los pacientes con traumatismo craneoencefálico es agresivo, existiendo necesidad de sujetarlos a la cama para que no se lastimen o se quiten las agujas o los sueros, es necesario lidiar con ellos y estar pendientes.

Narró que algunos pacientes han golpeado a patadas o inferido mordeduras a las enfermeras, otros son renuentes, intransigentes y agresivos verbalmente, que quisieran que de momento se les quitaran sus males, lo que no es posible.

Sin embargo, la enfermera tiene que entender que es un proceso natural de la enfermedad, reconsideró.

Lamentó que niños y jóvenes vean trastocada su salud, de ahí la reflexión de por qué a la gente mala no le pasa nada y sí a la buena.

Es triste, agregó, recibir a jóvenes traumatizados con tanta violencia o picados.

El Aurelio Valdivieso, es un hospital de sangre porque llegan muchos accidentados. “Cuando llega un joven con un piquete, por más que se haga, se le meta al quirófano, lo abran, pero resulta que el piquete le llegó al corazón, es muy doloroso, sus familiares no se logran consolarse con nada, lo vieron bien antes y de repente lo ven muerto”.

La enfermera da amor al prójimo, tiene vocación por lo que hace, porque una enfermera no es solo una mujer que viste de blanco, es un ser humano íntegro, que comprende las necesidades y sentimientos de sus pacientes, es una suministradora de cuidados, de comprensión, amabilidad, afecto y solidaridad.

 

Volvería a ser enfermera

Foto 2A final de cuentas me decidí a estudiar enfermería, porque yo quería ser maestra. Mi mamá tenía mucha admiración por las enfermeras, desde que nací decía que quedó admirada de como la atendieron las enfermeras.

Siempre me decía me gustaría que tú fueras enfermera; yo estaba entre ser enfermera y maestra, pero al final de cuentas me decidí por la enfermería, gracias a Dios me apoyaron mis padres.

Terminé la carrera básica de enfermería hace 35 años, la hice en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). En ese entonces se cursaba en tres años, y uno de obstetricia.

Mi primer trabajo fue en Tuxtepec, ahí duré tres años, posteriormente por cuestiones personales renuncié, me volví a integrar tres años después al Hospital General de Huajuapan de León, de donde me comisionaron como jefe de enfermeras en el Centro de Salud de Asunción, Nochixtlán. En 1990 me cambié al Hospital Aurelio Valdivieso.

Al preguntarle si volvería a estudiar la misma carrera, Irene Eva -sin pensarlo- externó que sí, porque le ha dado muchas satisfacciones profesionales y familiares.

Refirió estar orgullosa de su pueblo, Santa María Atzompa, donde se desempeñó de forma particular por un tiempo.

Consideró que las enfermeras aún no reciben la retribución justa a su trabajo, estando vigente desde 2006 el proceso de profesionalización que permitirá tener mejores sueldos.

Únicamente el personal de base del Hospital Aurelio Valdivieso ha sido favorecido con incremento salarial.

En este nosocomio, 305 de los 560 trabajadores, tienen base, el resto trabaja por contrato.

Finalmente, platicó que hay un proyecto a nivel nacional para integrar nuevamente la obstetricia a la carrera de enfermería, de la cual dejó de ser parte en 1985, para que sea la enfermera la que atienda los partos.

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