En los puestos para exhibir las efigies creadas con rábanos, se ponían unos arcos hechos de hojas de plátano y paja, se teñían, se vestían con hojas de níspero y árbol de hule, se le colgaban rabanitos, cebollines y toda la verdura que pudiera adornarlo
José HANNAN ROBLES
Fotos: Jairo ARAGÓN
Unos 18 primeros lugares de forma continua en los concursos de la Noche de Rábanos, simbolizan, solo en parte, el esfuerzo y la dedicación de Juan Manuel García Esperanza en el campo artesanal.
Nativo del barrio de La Noria, donde vio la luz primera el 24 de junio de 1943, desde muy pequeño siguió la tradición de sus padres Luis García Feria y Guadalupe Esperanza, de confeccionar figuras a base de rábanos, para participar en el concurso de la Noche de Rábanos.
Su padre logró conquistar tan solo un cuarto lugar, cuyo premio en efectivo sirvió para introducir la energía eléctrica en su hogar.
Al morir su progenitor, continuó participando junto con su hermano, pero los premios los obtenían otros hortelanos ¿cómo le hacen? Se preguntaba, y él mismo se contestaba: algún día ganaré.
Le dije a mi hermano vamos a retirarnos algún tiempo y después regresamos.
Así fue como empezó todo, (ríe de satisfacción).
Y de ahí para adelante, su empeño le permitió obtener 18 primeros lugares de forma incesante, dejando atrás a los 80 hortelanos que participaban, todos del barrio de la Noria.
“Cayeron el primer, segundo y tercer lugar, los tres lugares acaparábamos siempre, eso nos daba ánimo. Llegaba diciembre y, decíamos, ojalá ganemos, era algo bonito estábamos acostumbrados al primer lugar”.
“18 años sin perder, es un récord que creo que no me van a rebasar, pero no hay nada escrito tal vez a alguien le llegue la fortuna de rebasar”, expresó.
Don Juan Manuel, es uno de esos hombres que da gusto conocer por su simpatía y sencillez, recuerda que los trabajos con los que generalmente participaban eran nacimientos, como la adoración de los Reyes Magos, las Posadas, también elaboraron el carruaje donde se transportaba don Benito Juárez.
Cuando hicimos una Vela Istmeña, utilizamos una variedad de legumbres, los centenarios eran de zanahorias para darles el color oro; se usó betabel, cebolla, entre otras, para dar el colorido característico de las Velas del Istmo de Tehuantepec, narró.
Utilizaba alfileres para juntar las piezas, porque las astillas al aflojarse el tubérculo ceden, anotó.
Actualmente se usan estacas de carrizo y palillos que provoca que las piezas empiecen a bailar cuando el rábano se deseca.
El concurso se hacía en la banqueta del Palacio de Gobierno, posteriormente enfrente, más adelante se realizó en la Alameda de León, pero no funcionó, refirió.
El artesano se pronunció porque los organizadores de este evento concedan más tiempo a los participantes para elaborar las figuras con las que concursarán pues únicamente presentan dos o tres, “cuando yo participaba nos concedían seis días lo que nos daba la oportunidad de ofrecer entre 40 y 60 figuras, trabajaba toda la familia”.
La escuela para mí es, un poquito dura
Un día le dije a mi padre: “sabes qué jefe, la escuela es para mí un poquito duro. Me contestó, mira este oficio que tenemos de artesanos, entonces nos decían pies de lodo a los que cultivábamos verduras, va a terminar un día, ¿quieres un oficio? y me llevó con un señor que trabajaba el oro, desde ese momento combiné la siembra con el aprendizaje de la joyería”.
Iniciando el mes de diciembre “dejábamos la chamba de la plata para empezar a preparar nuestra participación en la Noche de Rábanos.
Recuerda que en la Noria, el barrio donde vivía, se escarbaba y a un metro de profundidad brotaba el agua. Para sembrar mi padre tenía un terreno de 20 por 100 metros, a determinada distancia se requería un pozo, en el predio poseíamos alrededor de 12 pozos, en aquel entonces se regaba con cántaros de barro negro, después se cambió por el de lata. Se acabó esa usanza.
En aquel entonces, los participantes producían los rábanos que utilizarían para armar sus estampas. Cuando el bulbo dejó de producirse, ante lo caro que resultaba para los concursantes comprarlo, el gobierno se comprometió a dárnoslo, precisa.
Don Juan Manuel, recuerda con nostalgia, que le costó trabajo retirarse de la actividad artística que lo llevó a ganar 18 premios consecutivos en el certamen de la Noche de Rábanos, “consideré que era tiempo de hacerlo porque ya había dado lo que tenía que dar. Tomé parte en este evento por espacio de 30 años, hace 22 años me retiré”.
La Secretaría de Turismo me invitó para que enseñara a los niños el arte de la confección de figuras a partir de rábanos, para arraigarles esta tradición muy oaxaqueña. Lo hice durante 22 años, “de repente ni adiós me dijeron”.
“Tengo la tentación de volver a participar, esto es común en los seres humanos, pero reflexionó, mi tiempo ya pasó”.
Formaría parte del evento, pero solo como expositor no como concursante, pero para ello tendrían que patrocinarme, comentó.
“Dios me ha dado tanto, que no se puede pedir más, sin embargo, como humanos siempre queremos más”.
Debe rescatarse la originalidad de la Noche de Rábanos
Los organizadores deben investigar, platicar con las personas antiguas para apegarse a la originalidad, no solo de las peculiaridades de la Noche de Rábanos, sino de las calendas, mayordomías, los nacimientos que se instalaban, la forma en que transcurrían las posadas, sugiere.
En la usanza antigua, en los puestos para exhibir las efigies creadas con rábanos, se ponían unos arcos hechos de hojas de plátano y paja, se teñían, se vestían con hojas de níspero y árbol de hule, se le colgaban rabanitos, cebollines y toda la verdura que pudiera adornarlo. Este detalle ya no se pone a pesar de ser un atractivo más, lamentó.
Para ser lo más fidedigno posible, si el trabajo a realizar era la representación de la Guelaguetza, llevábamos un fotógrafo al espectáculo que se presentaba en el cerro del Fortín.
Con las fotos no se perdía detalles, además habíamos presenciado en vivo la Guelaguetza, lo que nos permitía hacer un trabajo lo más cercano a la realidad.
Habló de la necesidad de hacer más atractivos los premios, lo que al parecer sucederá en esta edición, para estimular a los hortelanos y floricultores, y consolidar una tradición netamente popular.
Consideró que un mejor alumbrado daría mayor lucidez a los puestos.
Tras señalar que Oaxaca es tan grande como sus tradiciones, reprobó la presencia de bloqueos y marchas que ahuyentan al visitante. Recalcó que debe darse a conocer por los distintos medios de comunicación que Oaxaca se encuentra tranquila.
El profesor Alejandro Méndez Aquino en su libro Noche de Rábanos, dice que el 23 de diciembre de 1897 fue organizada la primera exposición siendo presidente municipal de la ciudad, don Francisco Vasconcelos Flores.
La primera exposición al aire libre de la Noche de Rábanos se realizó en la Plaza del Marqués o Plaza de las Armas, actualmente Plaza de la Constitución.
Desde entonces se celebra año con año la noche del 23 de diciembre.