Ana PAULA ORDORICA/Excélsior
La Organización de Estados Americanos, la OEA, estuvo en México como observadora de las elecciones de junio pasado. Este martes regresó la delegación a dar sus conclusiones sobre esos comicios.
Dos fueron sus principales preocupaciones: el modelo de comunicación política y los incumplimientos del Partido Verde Ecologista de México sobre las reglas y las leyes electorales. Incumplimientos que no han tenido efectos jurídicos ni económicos de trascendencia para este partido político.
Sobre el modelo de comunicación política, la OEA observó la necesidad de reconsiderar el modelo, ya que la spotización de las campañas ha generado un desapego y desconexión de la población con la clase política que aspira a llegar a un puesto de elección popular.
Además, los observadores de la OEA, encabezados por la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, citaron el desencanto que existe en México con la democracia, de acuerdo con la más reciente encuesta de Latinobarómetro.
Desencanto que hace que los mexicanos seamos los más insatisfechos con la democracia y los que menos confiamos en que ésta sea la mejor forma de gobierno en toda la región. México ocupa el último lugar en Latinoamérica y esto, sin duda, es alarmante pero, pienso, no sorprendente. No sorprendente por las dos observaciones de la OEA que menciono líneas arriba, pero, además, porque vivimos en un país en donde hemos inyectado recursos sin fin, como ningún otro país en el mundo, para lograr elecciones transparentes y confiables y, aun así, nos enfrentamos a ingeniosos arquitectos electorales que siguen moviendo maletas de dinero para imponer a sus candidatos.
Pero aun más. ¿Cómo vamos los mexicanos a estar satisfechos con la democracia si vemos a los que deben de promover su prestigio defendiendo lo indefendible? Me refiero al escándalo que representa la construcción de instalaciones nuevas para el Instituto Nacional Electoral valuadas en mil 200 millones de pesos. Con el argumento de que se van a ahorrar 80 millones de pesos en rentas anuales tan sólo en el DF, se busca construir instalaciones electorales con canchas de futbol rápido, salones de baile como zumba y otras excentricidades, argumentando que son para mejorar el ambiente de trabajo de los tres mil 210 empleados del INE.
Esta es la información que publicó Excélsior la semana pasada y que no es desmentida por los dos documentos que envió el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, vía electrónica, para explicar el proyecto y los mitos que, considera, se han publicado sobre éste.
Córdova es un conocedor, como pocos, del tema electoral. Personalmente lo conozco, y admiro tanto este conocimiento como su compromiso con la democracia y, por ello, su desapego al tipo de frivolidades que representaría la construcción de unas instalaciones como las descritas. La defensa de un proyecto que, lejos de aportar al prestigio de la democracia, la empobrece, me sorprende. Pero acaba por explicar el desencanto que tenemos los mexicanos con la democracia.
Cuando menos en ese capítulo tenemos una buena noticia esta semana: la anulación de la elección en Colima tras darse a conocer los audios del secretario de Desarrollo Social estatal dando instrucciones a sus empleados para apoyar al candidato del PRI.
Bien lo dijo ayer el presidente del PAN, Ricardo Anaya, cuando se dio a conocer el fallo del TEPJF de la anulación de la elección: “Se manda un mensaje muy fuerte y muy claro a todos los gobernadores del país: su intervención en las elecciones es ilegal y no va a ser tolerada”. Un poco de luz en medio de tantos embates a la democracia mexicana.
Twitter: @AnaPOrdorica