Guelaguetza bajo amenaza
Desde el 2006 –antes no se había dado el chantaje y la presión- La Guelaguetza, la fiesta folklórica más representativa de los oaxaqueños y la muestra al mundo de nuestra riqueza multiétnica y pluricultural, se convirtió en bandera de protesta y amenaza de la Sección 22. En ese año, luego de encender la mecha de la “insurrección”, los grupos radicales enquistados en las filas magisteriales y de la tristemente célebre, Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), pusieron a la entidad a los ojos del mundo como un rescoldo de violencia. Vinieron los daños, la sedición y los muertos, que trajeron consigo la cancelación del evento, luego de generarse una serie de disturbios. Un grupo de vándalos prendió fuego al templete y, luego de más de setenta años de celebrarse cada año, sin interrupción, el evento tuvo que suspenderse. El gobierno del entonces ejecutivo, Ulises Ruiz, erogó muchos millones de pesos para restituir las cancelaciones. La indignación ciudadana no tuvo precedentes. Millones y millones de pérdidas hubo en los sectores que viven del turismo.
De ahí para adelante, cada año, sea por demandas de tipo laboral o sólo para obtener dinero del gobierno, los dirigentes del Cártel-22 amenazan con boicotear el evento folklórico. Incluso, en 2007, un año después de los disturbios, una marcha de maestros y grupos afines –que desde entonces viven como parásitos de la S-22- pretendieron tomar el Auditorio Guelaguetza e impedir la realización del evento. La provocación tuvo como respuesta la acción de la Policía Estatal, sólo para que la entonces disminuida Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), contabilizara mártires y llevara por doquier su bandera: la represión gubernamental. Un participante en la manifestación fue lastimado con un golpe en la cabeza: Emeterio Merino. Se documentó que fue llevado al hospital, a donde llegó en estado de coma. Al menos dos policías fueron consignados al penal de Ixcotel por estos hechos. De nueva cuenta, los grupos y organizaciones de derechos humanos, le dieron vuelta a la realidad. De agresores los maestros salieron víctimas.
De ahí para adelante, Emeterio Merino se convirtió en ícono, al menos los cinco años siguientes. Hoy está olvidado. Cada mes de julio, en la “agenda de lucha” del Cártel-22, aparece el boicot a La Guelaguetza. El gobierno de Gabino Cué quiso paliar la presión, otorgando a los pillos dirigentes, millones y millones del erario público para que llevaran a cabo su guelaguetza popular. Primero Azael Santiago Chepi y luego Rubén Núñez, convocaban a dicho evento en el antiguo deportivo del Instituto Tecnológico de Oaxaca (ITO). Mientras el evento oficial –“el de los ricos, el del turismo”- se llevaba a cabo en el Cerro de “El Fortín”, el magisterio hacía el suyo, con cargo al erario público en el ITO. A ambos llegaban delegaciones de todo el estado, obvio, el segundo evento era presentado por grupos folklóricos de maestras y maestros. Los dirigentes aprovechaban para echar pestes del gobierno, emborracharse y disfrutar como tlatoanis, del multicitado evento folklórico.
Hoy, La Guelaguetza, el espectáculo que organiza el gobierno, en coordinación con el Comité de Autenticidad y los ayuntamientos de las delegaciones participantes, está de nueva cuenta en la mira del magisterio, cuyo objetivo es uno: dañar hasta donde se pueda, la economía, la estabilidad, la gobernabilidad y la educación de los oaxaqueños. Pero hay un interés de fondo: crear un ambiente de incertidumbre, de violencia y mala imagen. En el fondo, llenar el Centro Histórico de comerciantes en la vía pública; seguir aprovechando la cancelación de autobuses a la ciudad de México y hacer los grandes negocios ilegales, amén de recibir el soborno del gobierno de Gabino Cué para “suavizar la presión”. ¡Ésos son nuestros nunca bien ponderados maestros democráticos!.
